KATERINA
En la estación, el tren estaba listo y resoplaba como un caballo agitado a la espera. Ella, estoica y altanera, permanecía de pie enfundada en un elegante vestido añil. Serena, sostenía con gracia y equilibrio una sombrilla de encaje beige al paso de la muchedumbre por el andén. Cerca de ella cruzó el jefe de estación con su banderín; su corazón se estremeció lleno de sinsabores y desesperación, Sacha ya no la amaba y no había vuelta atrás. En pocos segundos el silbato sonó y con paso grácil y un escalofrío por todo su cuerpo se aferró a las vías. Al sol, sola y abierta quedó su sombrilla…
En la estación, el tren estaba listo y resoplaba como un caballo agitado a la espera. Ella, estoica y altanera, permanecía de pie enfundada en un elegante vestido añil. Serena, sostenía con gracia y equilibrio una sombrilla de encaje beige al paso de la muchedumbre por el andén. Cerca de ella cruzó el jefe de estación con su banderín; su corazón se estremeció lleno de sinsabores y desesperación, Sacha ya no la amaba y no había vuelta atrás. En pocos segundos el silbato sonó y con paso grácil y un escalofrío por todo su cuerpo se aferró a las vías. Al sol, sola y abierta quedó su sombrilla…
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