28/7/10



Recomiendo este libro a todos aquellos que quieran lograr y culminar una relación afectiva sana y llena de amor. Para ello el autor (un terapeuta de parejas con 25 años de experiencia profesional), expone lisa y llanamente como el amor sano se basa en la interrelación de tres elementos afectivos imprescindibles, que pueden ser también facetas temporales de un mismo amor:

-El enamoramiento pasional (Eros/amor),
-El amor amistoso y empático (Philia/amistad) y,
-El amor tierno (Ágape/ternura), el que da sin esperar recibir.

Yo personalmente destaco el capítulo del amor agápico, que me fascinó y del cual destaco un extracto que os brindó con todo cariño al final.

Quiero resaltar que en una relación jamás debemos suponer que es lo mejor o lo que necesita la otra parte hacer, pensar, decidir, resolver, etc., las suposiciones son un ingrediente de violencia, nadie sabe mejor que uno mismo lo que precisa y necesita en cada momento, y si en un caso no lo tenemos claro, la pareja sana jamás debe presionar ni obligar a nada, si acaso ayudar, asesorar o guiar, y siempre aceptando a la otra parte, con su libertad y el respeto que merece.

Destaco la necesidad entre ambos de alimentar la comunicación, mostrar el alma, los sentimientos, los miedos, los sueños, los anhelos, etc., porque ello brinda la realidad y la verdad de cada uno y de ese conocimiento se desprende descubrirlo y descubrir por ejemplo como lo que tú necesitas (incluso la forma de amar y de ser amado), no tiene porque ser igual a la que tu pareja precisa o quiere. Ofrécete y complácele a su manera y él a la tuya, sin abusos, con respeto y amor, y ya verás que fácil y natural es.

Otro aspecto relevante es que los tres elementos mencionados para el desarrollo y vida de una amor sano, tiene que tener reciprocidad, por igual jamás se conseguirá si una de las partes no asume y cumple los tres NO (son los cimientos constructivos del amor) que se transcriben abajo. Nunca bajo ningún concepto se deben dejar de acatar, de lo contrario vivirás una situación de violencia y, que conste que no hace faltar llegar a las agresiones físicas o similares para sufrir violencia en el amplio sentido de la palabra, para ello me remito a la indiferencia, a los insultos, a la subestimación, a la prepotencia, abuso de poder, a los castigos, a la manipulación, al abandono, etc.
¡Dios mío, se me ponen los pelos de punta!...
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PARA NO SUFRIR NI HACER SUFRIR (pág. 233)

Niégate a todo tipo de agresión. No conviertas tu relación en un campo de batalla. Puedes crear inmunidad a la violencia en cualquiera de sus formas. Sólo necesitas usar tres NO, negarte a tres cosas pase lo que pase. Puedes escribirlo y firmar con tu pareja el compromiso.
Me comprometo a:

  • NO subestimar el dolor de mi pareja (ten compasión, métete en sus zapatos, camina con sus zapatos).

  • NO agredir a mi pareja de ninguna manera, ni aprovecharme de sus debilidades (tener dulzura, delicadeza, etc.).

  • NO fomentar la indiferencia afectiva, la frialdad, la falta de contacto físico o la ausencia de caricias (expresión de afecto positivo).


El descuido es desamor, no importa la excusa que dés. Nada disculpa el abandono afectivo de la persona que amas. Y si crees que eso te convertirá en dependiente, despreocúpate, hay una forma de cuidado que no es co-dependencia, que va más allá del apego: es el gusto de dar, de hacer el bien a quien amamos. No hablo de sobreprotección, sino de atención amorosa, de vigilancia afectiva y efectiva, para buscar el bienestar del otro. Tampoco digo que tengas que desvelarte como lo hacen los padres aprehensivos. Más bien se trata de estar dispuesto y disponible para cuando te necesite la persona que amas. Tu pareja no es tu hijo ni tu hija, es verdad, pero al amor agápico (el que da sin esperar recibir) no discrimina tan fino, cuando hay que dar se da.

Si sientes que los problemas de la vida diaria te alejan de tu pareja, tu relación está en peligro. En las malas épocas, las buenas relaciones se fortalecen y las disfuncionales (adictivas, peligrosas, dependientes, insanas, violentas, etc.) se acaban. El dolor compartido puede unirte, más que separarte. Si tienen problemas económicos, luchen juntos. Si los echan del lugar donde viven, busquen otro lugar, duerman en la calle, pero juntos. El sufrimiento es menor si se divide en dos. Y si hay una enfermedad en la familia, que sea motivo de unión, de trabajo en equipo. Cada vez que las dificultades afecten a tu pareja, recuérdale que no está solo o sola, que no eres un desertor o desertora y que puede contar contigo. Un amor completo no se agota en el placer del sexo, ni en la alegría de que el otro exista, necesita estar listo para el sufrimiento compartido. El amor agápico se reafirma en el dolor que la vida obliga.

Verdad que sobran los comentarios… Un beso y amaros mucho porque así seréis amados y amareís.