9/6/09

ULISES

La noticia desoló de inmediato a Roberto, según salían las palabras por la boca del ginecólogo éstas se apoderaban de los latidos de su corazón y, sentía una angustia indescriptible. Aurora le tomó la mano mientras seguía acariciando con su mano derecha su vientre, no podía tampoco hablar, el doctor hacía una disertación exhaustiva y con todo detalle de la situación, que no daba pie a pregunta alguna.

Al salir del hospital Aurora se puso a llorar tímidamente, en cambio Roberto estaba lleno de ira y dolor, un coche les pitó frenéticamente al cruzar la calle por donde pasaban con el semáforo en rojo, estaban aturdidos y absortos, pero eso no frenó el improperio que injustamente lanzó Roberto al conductor.

¡Serás cabrón y gilipollas!
- dijo Roberto
Te ruego te tranquilices, tenía él razón - comentó Aurora
Roberto fuera aún de sí respondió: -
Vale Aurora, no me toques las narices como siempre.
Aurora indignada le replicó - ¡Por Dios que te ocurre, madura y afrontemos esto!
El con determinación la contestó - Ya sabes cual era mi postura ante esta posibilidad.
Aurora con firmeza le dijo -
Olvídala, me niego aunque me cueste la vida.

Decidieron tomar un taxi hasta la casa de Roberto que estaba más próxima al hospital, buscaban a toda costa refugiarse en un lugar seguro como si de este modo el miedo y la preocupación quedase de puertas afuera. Al entrar Aurora descorrió los visillos del flamante ventanal del salón que daba a la puerta oeste del Parque del Retiro, le tranquilizaban esas vistas y la llenaban de estimulo. Roberto se había dejado caer tumbado en el sofá como un cuerpo muerto y, cubría sus ojos con el antebrazo temiendo la luz, estaba irascible y callado y, Aurora había aprendido después de cuatro años juntos sin convivencia no acercarse a él bajo estos estados de ánimo, el efecto podía ser ensordecedor.

Sintió una patadita en su vientre seguida de un fuerte movimiento, un primer instinto la atemorizó pero rápido reaccionó con la misma ilusión y esperanza que la primera vez que lo sintió dentro de su ser, los movimientos son siempre señales de vida, de vida nueva pensó. Se acercó a Roberto y se sentó a su lado, éste seguía en actitud de introspección, sin inmutarse ante ella.

A Aurora le embargó un sentimiento de soledad y desamparo, necesitaba los abrazos y el calor de las manos de Roberto, pero no lo consiguió, no estaba dispuesto a entregarse.

Ella llena siempre de generosidad le acarició el pelo y le beso la frente, éste no se movió ni un milímetro de su posición, era descorazonadora su actitud, así que con todo el dolor del alma Aurora tomó su bolso y se marchó.

En todo el día no recibió llamada alguna de Roberto, ni tampoco contestó a las llamadas de sus familiares y amigos preguntando por los resultados ginecológicos, no quería saber nada de nadie, su mundo se reducía a ellos tres exclusivamente.

Antes de acostarse decidió llamarle pero no hubo respuesta, se encontraba como abandonada y comenzó a llorar desoladamente, consiguió soltar todo lo contenido en el día, era horrible su congoja hasta que sintió de nuevo unas pataditas en su interior que llamaron la atención a su sufrimiento.

Perdón, perdón, mi vida, te he despertado tal vez… No te preocupes mi bebé, mamá ya está feliz y vamos a dormir ahora dulcemente, ¿vale?... dijo sosteniendo su vientre.

Puso una vinilo de nanas y se acomodó en la cama mientras comenzó a cantarle al bebé muy bajito. Notaba la paz de su hijo al tocarse y se acabaron durmiendo probablemente a la vez.

Sonó a las 12 de la noche el móvil y se despertó con sobresalto, las nanas centelleaban por la habitación.

¿Como te encuentras? – preguntó Roberto con voz seria y distante.
Mejor, me había quedado dormida – contestó Aurora
¿Mañana puedo verte temprano para hablar? – le preguntó él.
Cuando quieras, mañana no voy a ir al trabajo – contestó ella.
Te quiero mucho y no quiero que te suceda nada malo, ¿de acuerdo? – zanjó él.
Lo sé, pero no hay realmente riesgo para mi ya lo sabes – sentenció Aurora.
Ya, pero con el niño no hay esperanzas que valgan – dijo con rotundidad Roberto.

Aurora cortó la llamada instintivamente en seco, sin pensarlo, no podía concebir esas palabras estando su ser tan lleno de vida, se negaba a cualquier comentario de desesperanza. Se levantó de la cama y marchó a la habitación preparada para el bebé, cogió de un cajón de la mesita un bello álbum artesanal mexicano regalado por un amigo, lo tomó y marchó a su escritorio donde escribió lo siguiente:


A mi hijo Ulises

Mi pequeño ser que eres y serás por siempre toda mi vida, ahora me explico porque me encapriche tanto con tu nombre Ulises, ya hace meses Dios sabía cual sería tu gran Odisea en la vida, nacer con una serie de limitaciones que te impedirán ser digamos una persona normal, pero a mí hijo mío, eso me da igual, porque eres mío. Sé que no tendrás sufrimiento físico ni tampoco mental, eso me da mucha tranquilidad, tu mente será siempre virgen e inocente, que más puedo pedir sino tenerte hasta el día que me muera acompañándome niño mío, ves que egoísta en el fondo somos las madres.

Ulises, hijo de mi alma, quiero que sepas antes de nacer que es probable que no podamos correr por el campo ni tan siquiera caminar por la calle, pero no te preocupes, la vida nos ofrecerá miles de maratones que correremos de la mano de tu corazón, ese que llegará a todas partes; sé que tampoco podrás comprender jamás mis explicaciones de matemáticas, pero a cambio sentiré tu mirada atenta de vida resolviendo un problema con resultado de felicidad elevada a infinito, simplemente por tenerte.

Jamás podrás escribir un libro, pero con tu mundo de imaginación viviremos los mayores cuentos de ilusión escritos por nuestras almas, donde buscaremos como aventureros incesantes estrellas que iluminen la oscuridad de las noches cerradas.

Cuando nazcas te brindaré todos los colores y sabores de la vida, para que los pruebes y algún día elijas con tus sentidos más despiertos, a los que nos aferraremos para hacer caminos de fuerza y acierto.

Tesoro de mi alma, mi vida y existencia, hoy en este nuevo día te hago la promesa de que verás la luz del día, no te inquietes por nada, mis brazos te esperan abiertos con esperanza, para refugiarme en tu presencia, en tu rostro, en tus suspiros, en tu sonrisa, en lo simple y sencillo de ti que te hará único y diferente cada mañana.

Confío más que nunca en ti Dios mío, sabiendo que las limitaciones que compartiremos yo y mi hijo se convertirán en tus bendiciones, sé de la gratitud y compensación que me ofreces con Ulises.

Naceremos juntos a la vida y la descubriremos despacio y sin prisas, tenemos toda la eternidad. Ansío tu llegada, hijo mio.
11 de Febrero 2002



Despertó Aurora con la luz de la mañana y a su lado el álbum entre las sábanas, se incorporó sobre los almohadones y lo apoyó entre sus piernas y la panza y, en voz alta llamó a su hijo y leyó sus páginas, su mensaje se reafirmó con la misma ilusión del primer día que supo que estaba embarazada, la vida se multiplicaba…

No había opción alguna, jamás Aurora interrumpiría su embarazo, sola y callada le entregó su álbum a Roberto, éste al leerlo lo cerró con brusquedad y se levantó... sin mediar palabra alguna se marchó dando un portazo.

En ese mismo instante Aurora sintió una brusca patada en su vientre, en cambio ni se asustó, entendió que Ulises experimentó la emoción de la madre que apostaba por él.