13/12/11



TRABAJO TALLER FUENTETAJA


12-12-2011


Trabajo sobre el extrañamiento



Jugábamos en el cuarto de estar con las muñecas y nuestros cacharritos a las mamás cuando escuchamos llegar a nuestra madre, entonces salimos corriendo de la habitación y fuimos en su busca por el pasillo.

Al verla nos tiramos a sus piernas para abrazarla y ella se agachó para besarnos nuestras pequeñas cabezas, recuerdo que llevaba en su mano derecha una bolsa grande con cosas.


Nos mandó volver a la habitación para enseñarnos lo que me había comprado para comenzar mi primer día de colegio la semana siguiente, yo cuando me acordaba me ponía algo nerviosa porque era una niña muy introvertida y tímida y, no me apetecía mucho salir de mi casa para ir a un lugar con muchos niños a aprender cosas que mis padres con entusiasmo me contaban.


Pero como era aún muy pequeña, rápido volvía a la felicidad que me producía disfrutar del momento presente sin tiempo ni futuro, y mi primer día de colegio dejaba de nuevo de existir.


Al entrar en el cuarto de estar mamá se quitó la chaqueta y sacó primero de la bolsa una cartera pequeñita que dejó sobre la mesa, no recuerdo muy bien como era, creo que de mano, sé que tenía una cremallera que iba de lado a lado y que mi hermana rápido tiró de ella para abrirla, parecía que la que iba a ir al colegio era ella, estaba feliz y deseosa de yo comenzará el cole, decía entre risas que así podría ir a buscarme a la salida de clase.


Yo en cambio puse cara de mustia porque me enfrentaba a mi primera obligación y sentía que no iba nada con mis deseos, y así fue como la cosa se complicó cuando sobre la mesa luego aparecieron unos cuadernos de caligrafía, un libro con dibujos y letras, un cuaderno de colorear, una caja de pintura de colores y un estuche que mamá me abrió para mostrarme dentro unos lapiceros y una goma de borrar.


Aún recuerdo que me sentí enfadada y le pregunté a mi madre porque tenía que ir a ese sitio llamado colegio, y que yo quería quedarme con ella y mi hermana siempre jugando. No recuerdo lo que me contestó mi madre, porque me quedé con un pequeño grito que lanzó en voz alta al darse cuenta de que se le había olvidado comprarme el sacapuntas.


Yo pensé ¿el qué?…. qué nombre más raro tiene eso, seguro que es algo horrible y, a continuación se me vino a la cabeza el hombre del saco por el parecido con la palabra saca-puntas.


Le pregunté a mamá para que servía eso tan raro y ella me dijo vocalizando la palabra lentamente para que la repitiese, que para sacar y afinar la punta a los lapiceros y así poder aprender a escribir muy rápido. Yo entonces cogí uno de la mesa y lo miré muy de cerca para con fastidio de paso pincharme al tocar su afilado extremo.


Tras el pinchazo el colegio se me hizo como un lugar peligroso, con el lápiz y el misterioso sacapuntas incluido.


Mamá me dijo que iría al día siguiente a comprarlo porque estaba algo cansada para buscarlo ahora, tras escucharla yo en mi cabeza me imaginé como una especie de máquina pesada con forma de organillo o molinillo que al dar vueltas sacaría afiladísimas puntas y entonces le pregunté a mi madre con intriga:


¿Mamá y donde lo vamos a poner cuando lo traigas? .-Le pregunté preocupada.


Pues dentro de tu estuche junto con la goma y los lapiceros, como debe de ser .-Me contestó riéndose.


En ese instante sentí estar perdida, no entendía como algo tan peligroso podría entrar en un sitio tan pequeño, entonces me acordé de las agujas que también odiaba.


Menos mal que el trasto de mi hermana llamó mi atención, cuando decidió en un descuido comenzar a colorear mi cuaderno nuevo de caligrafía y mamá quiso que yo con cuidado lo guardase todo en la cartera hasta el día siguiente que compraríamos el sacapuntas.

Con la novedad de las cosas para el colegio esa noche tuve una pesadilla con afilados lapiceros que se convertían en gigantes inyecciones para mí, mientras un médico le decía a mi madre que no olvidase comprarme el sacapuntas para poder pincharme.


Al día siguiente desperté algo triste, aunque se me pasó rápido, menos cuando veía la cartera sobre una silla de mi habitación y me venían todos mis temores.


A media mañana mamá nos llevó a hacer la compra, el último recado fue pasar por la papelería para comprar mi sacapuntas, yo estaba nerviosilla y al entrar se me iban los ojos buscando qué sería, grande lo que se dice grande no vi nada que imaginase, así que me tranquilicé aunque en el fondo no estaba muy convencida con lo que me dijo mi madre, entonces muy atenta me acerqué al mostrador para escuchar pedir a mi madre el sacapuntas.

La señora de la tienda que pensé debía de ser adivina me miró a mis ojos y me preguntó:


¿De qué color te gustaría, rojo, amarillo o blanco? .- Yo me quedé asustada, porque no entendía muy bien de colores de sacapuntas.


Rojo, como la sangre .- Le contesté.


La señora dijo algo así como qué graciosa y ocurrente era la niña, en cambio mi madre se quedó como seria.


Por fin, se dio la media vuelta la señora para aparecer con aquél objeto con forma de cajita pequeña que acercó a mi mano, reconozco que para mí desilusión no era muy grande como imaginaba y como decía mamá si cabía en el estuche, pero tenía un agujero como un pequeño túnel que no me gustaba nada y arriba sobresalía una ranura abierta con una especie de pequeñito botón que es lo único que me pareció bonito.

Mamá lo tomó de mi mano y lo guardó en su bolsillo antes de pagar, para mí fue un alivio porque no me atrevía a tocarlo más de la cuenta, ella me acarició la cara y me dijo que en casa me enseñaría a utilizarlo. A mí no me apetecía nada porque el sacapuntas no me gustó.


Al llegar a casa me hice la remolona todo lo que pude, pero mamá no tardó en mandarme traer la cartera y como una aplicada alumna me ordenó sentar y sacar mi estuche de la cartera para abrirlo y coger un lápiz, lo tomé con cuidado y ella en un movimiento brusco le partió la punta con los dedos, yo me asusté un montón y le pregunté preocupada si se había hecho daño, me contestó que no, pero que no lo intentásemos hacer nosotras porque éramos aún muy pequeñas y nos podíamos herir, al escucharla sentí que tenía que cuidarme de un gran peligro.


Con cariño puso el sacapuntas entre mis dedos pulgar e índice de mi mano izquierda para que lo sujetase, con su mano derecha tomó el lápiz y lo metió bien al fondo del agujero, luego cogió mi mano y me pidió que lo sostuviese con cierta fuerza, ella colocó su mano sobre la mía y me dijo que me quedará quieta, comenzó a girarle como las agujas del reloj muy lento y yo sentí la fuerza del lápiz al arremeter dentro del sospechoso agujero.


Para mi sorpresa por encima del sacapuntas al girar el lápiz salía una forma graciosa que parecía un trocito de pétalo de flor como de papel duro que resultó ser la madera del lápiz al descubrir la mina, al verlo se me escapó una sonrisa y todos mis miedos se fueron.


Luego mamá buscó un lápiz viejo y nos dejó probar solas, yo estaba muy contenta y mi hermana igual que yo, desde entonces sé que llevo un sacapuntas en mi corazón.