3/11/09




HOJARASCA

Me siento viva siempre que comienzan a asomar en los árboles los tiernos brotes nacientes bajo el tenue calor de los primeros rayos del sol y, adivino al alba con mis ojos puros el brillo frio de las puntitas de rocío sobre la hierba nueva y fresca; sonrio cuando las innumerables hojas recientes juegan intrépidas por alcanzar un sitio de esplendor en su árbol, mientras el gorgojeo de los pequeños gorriones, encandilan los frutos venideros que se agazapan entre las ramas como los niños en los brazos de sus madres.
Miles de hojas se entronizan en sus ramas bajo exclusivas y variadas formas, selladas de infinitos tonos verdes, morados, amarillos o rojizos, que condensan la savia inigualable de la bienvenida a la primavera.

Poco a poco pero sin pausa, como en un cuento, dará paso el impetuoso sol del verano que culminará con gracia el sabor maduro de los frutos, arropados con cautela por las serviles hojas, que a golpe de viento y sombra los desprenderá en su justo momento a la tierra, para néctar de otras vidas.

Entonces cuando el incipiente sol dé marcha atrás, entrará en escena mí amado otoño, para ayudar con nostalgia a derramar a los árboles de sus ramas las caducas hojas muertas, tornadas como lágrimas amarillas y ocres que deshacen su manto de abrigo a los frutos paridos.

Consumado el milagroso otoño, éste nos sorprenderá con una magistral estela coloreada sobre el suelo, con una conjugación inusitada y exquisita de tonos que tejen una alfombra musical, que al son de mis pies entona la melodía secreta de pisar hojas secas, entonces allí y en ese mágico momento, bajo las ramas desnudas descubriré con mis ojos el abrigo de un cielo abierto y seré hoja seca en espera de una nueva primavera.