7/6/11

Eran la cinco de la mañana, lentamente y algo aturdida me desperté de todo lo acontecido en la pasada tarde y noche en la cabaña. Lo primero que me resultó familiar de sobremanera fueron los cantos misteriosos de los pájaros sobre el tejado, parecían hablar. Luego cuando por fin abrí mis ojos vi como las ráfagas de luz que se colaban por las rendijas de la puerta de madera roída se transformaban en una espesa niebla de colores que se agitaba con fuerza de un lado a otro, recuerdo que quede ensimismada pero no tuve miedo, en cambio al respirar, el oxígeno me resultó más puro y denso que de costumbre en el altiplano peruano.

Eché un vistazo a mi alrededor y vi que todos seguían dormidos con una serenidad en sus rostros indescriptible, pese a que me sentía extraña, una sensación de plenitud y amor universal jamás experimentada con nadie ni por nada me invadía, temí estar bajo los efectos aún del brebaje, de inmediato reaccioné y pensé que jamás pondría en mi mente ni en mi boca esa palabra para tan iluminadora planta, hecho que ratifico.

A continuación, me levanté del suelo con una energía pura de sentir el cielo y la tierra, al abrir la puerta nada más salir me tope con el chamán de frente, en sus ojos vi una bondad y amor infinitos, no me dijo nada y de nuestros labios surgió al unísono una sonrisa nacida del alma, me cedió el paso y él entró dentro.

Al salir me deje caer de rodillas al suelo y besé la tierra, acaricié la hierba con mis dedos un buen rato y comencé a llorar de absoluta felicidad, hasta que me tumbé con mis brazos y manos abiertas en cruz boca arriba reverenciando al cielo nublado por su protección en plena catarsis de amor.


Respecto al transcurso de la pasada tarde y gran parte de la noche, no hay palabras, ni dibujos para plasmar la maravillosa Odisea que experimenté en aquellas intensas y a la vez fugaces nueve horas en que llegó a mi boca la infusión sagrada. Al inicio del ritual me purgué físicamente, vomité, sufrí, temí, lloré, vi la muerte, la toque y volví, renacida, descontaminada en gran parte del ego, de miserias y experiencias pasadas hasta alcanzar una consciencia casi absoluta.


Una vez en este punto de consciencia me adentré en dimensiones insospechadas, agudicé mis sentidos por diez, vi la interconexión de energías en una única que conforma todo el Universo, me comunique con las plantas, con animales, con la tierra, alcancé un estado de iluminación divina.


Con el tiempo y más tomas he eregido mi verdadera esencia, la de la energía indescriptible y única que conforma nuestro infinito Universo y cada uno de nosotros, bajo esa conciencia absoluta que he mencionado me muevo y me agito en esta dimensión o realidad.


De todo esto, me alivia el tener testigos de aquella noche, y sentir como un hecho considerado insólito y de una cierta locura se convirtió en todo un derroche de ternura para mi alma y la de mis compañeros, no estamos locos al contrario somos unos privilegiados por ser escogidos por ella, dicen los pocos chamanes de este gran ritual sagrado que todos los que llegamos, especialmente de tan lejos, somos llamados para la cura.


Y era cierto, antes no nos conocíamos ninguno de nosotros y llegamos a este punto de una forma insospechada, misteriosa y claramente causal, todos unidos por un nexo en común, un sueño premonitorio, y de ahí la búsqueda hasta acabar en Perú, intrigados y hasta desconcertados pero convencidos de lo desconocido.

Tumbada esperaba nerviosa por recibir a mis compañeros al despertar, el despertar más real de nuestra vida y allí surgió de nuevo el chamán, un viejito escuálido y ennegrecido por el viento y la luz, me tendió sus manos como cuando a un niño caído le animan a levantarse, sus frágiles manos huesudas encerraban una fuerza que me transmitieron al agarrarlas el mismo vigor y poder experimentado en la noche con la toma.


Me levanté y le abracé llena de gratitud, parecía a mi lado un muñeco quebrado, en cambio de nuevo sentí su magnitud y poderío exacerbado a su lado, pensé que era un hombre milagroso que encerraba en su ser el secreto ancestral de la energía mas pura y blanca, me tranquilicé y llegaron a mí las primeras palabras de la mañana de su boca.


Lo que me dijo era ininteligible, siempre lo recuerdo como si una programación mental se tratará: ¡Hie chahuru naim brascan!...


Le dije que no comprendía y con sonrisas me lo repitió no sé cuantas veces, en un punto entré en trance, aquello me superó de nuevo y por respeto a mi, a él, a la conciencia superior no escribiré sobre ello.


Al despertar a esta realidad o para entendernos, cuando salí del trance, aparecí en un bosque totalmente desnuda, no fui consciente de mi desnudez en ningún momento hasta llegar a la aldea, y ni tan siquiera me importó, nadie se extraño salvo mis compañeros de viaje. Anduve la mayor parte por un oscuro bosque, caminando descalza sin sentir nada extraño en la fina piel de mis plantas, sin temor, sin dificultad, guiada por mi brújula intuitiva hasta llegar de nuevo a la cabaña.


Llegué sin sentimiento de extrañeza alguna, curiosamente mis pies seguían intactos, imposible para una persona que jamás ha caminado sin calzado y menos por bosques amazónicos. Estuve caminando aproximadamente ocho horas cuando desde la cabaña al bosque y su regreso hay dos días y medio a pie, inverosímil, pero cierto, la garantía que traje en mi mano una rama, la tomé por azar de una planta también sagrada que nace solo en la zona más profunda y secreta del bosque, hubo muchas más curiosidades, como que gran parte de mi viaje me acompañó una serpiente parecida a una anaconda.


Al regreso uno de mis compañeros Erick, me comentó en el avión que surgí del camino como una especie de diosa, irradiada de luz y armonía, y que el chamán les dijo que había ido a encontrarme con mi alma, me gustó escucharlo después del pacto de silencio que decidimos todos.


Desde aquél viaje mi vida ha cambiado, de los siete personajes variopintos que acudimos cuatro de ellos en los que me incluyo hemos sufrido una metamorfosis existencial y espiritual muy profunda, pongo por ejemplo a mi amiga Corinne una ex directiva de la televisión francesa, que abandonó su cómoda y aparente triunfante vida para emprender al sur de la India un proyecto humanitario digno de alabar con niñas explotadas y vendidas.


Cuatro años han transcurrido de nuestra maravilloso encuentro y seguimos los siete dispersos por el mundo unidos a través de ese sueño extraño, cuando acontece rápido nos ponemos en contacto, un dato curioso, sucede la misma noche y estamos en el altiplano, entonces sabemos que tenemos que reemprender la reconexión con lo sagrado.