20/11/09


MUERTE DE OFELIA
Ofelia muerta según William Shakespeare

"Hay un sauce que crece a través de un arroyo, reflejando sus canosas hojas en el cristal de la corriente: allí llegó, con fantásticas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, velloritas, y esas largas y purpúreas que los licenciosos pastores llaman con nombre más grosero, pero que nuestras castas doncellas llaman dedos de muerto. Allí, al trepar sobre las ramas salientes para colgar sus coronas de hierbas, un maligno mimbre se rompió, y sus trofeos vegetales y ella misma cayeron al lloroso arroyo: sus ropas se extendieron y la sostuvieron un rato a flote como una sirena, mientras ella cantaba trozos de viejas melodías, como inconsciente de su peligro, o como criatura natural y familiar en ese elemento, pero no pudo tardar mucho que sus vestidos, pesados de tanto beber, arrebataran a la pobre desgraciada de su canto melodioso a la fangosa muerte."

William Shakespeare, Hamlet, 4, VII (de la edición: R.B.A., Barcelona, 1994; pp. 78-79; traducción de José María Valverde)

Eran presa de amor, de ese amor puro y eterno que sobrepasa a la vida y por consiguiente a la muerte, que un día abandonó el huidizo Hamlet, cuando trastornado dicen con la visión del espectro de su padre, quedó loco y extraviado, entretanto, deambulaba con delirio por el umbral de la desamparada Ofelia, sin osar más a tocar su tersa piel ni a besar sus finos labios; ésta cautiva de desamor, vivió por entonces atormentada, hasta que un fatídico día feneció en un arroyo lleno de vida.

Sé Ofelia de tus días de dolor, del desamor y destemplanza..., e imagino como aquélla jornada vagabas evadida por el bosque, mientras cristalizabas cada pensamiento al elegir una flor, con las cuales harías lindas coronas de aromas y sentimientos para agasajar con cierta alegría tu desasosiego y, lograr en las ramas de los árboles entronizarlas como esperanzas prendidas desde tu corazón.

Tal vez, la aflicción te hechizara a premiar con tus íntimas ofrendas a la rama equivocada, ésta frágil como tú cedió y, en esos segundos inesperados tu cuerpo despertó con sobresalto en las aguas; presiento tuyo un profundo suspiro que ahogó el bosque en un doloroso silencio, la porte de acomodo de tu cuerpo en el arroyo insinúa la venidera purificación del sufrimiento de tu alma descorazonada

Sin urdirlo escogiste para amortajarte un paraíso bucólico de flores, musgo y guirnaldas, y como una flor silvestre sacrificada sobre el agua, se desprende tu agonía retenida sin destino, la sumisión de tu cuerpo orlada por tu cabellera esparcida en reposo sobre la gélida linfa, yergue de solemnidad toda tu figura y estampa, sin señal de tragedia alguna por el quebranto de vida, te ofreces al trance, exhausta de amor pero plácida como la arrulladora melodía de despedida de tus labios desprendida, tus ojos entreabiertos se apagan como una llama.

Me conmueven las dispensadas ataduras de existencia que nacen de tus manos entreabiertas, que se consagran a la libertad que da la muerte en una secreta alabanza, mientras te siento ahogarte con una quietud y pasividad inconcebible, una turbación y tortura me cuestiona..., si tu muerte mi primorosa Ofelia fue deliberada.