18/1/10

NOTICIA
Esa mañana estaba especialmente contenta y al desnudarse por completo como de costumbre, se llenó de una especie de fuerza; se giró y miró a Alfonso con picardía mientras este se recreaba al ver sus pechos desnudos. Dió un brinco y se aproximó al riachuelo musgoso para juguetear con su pie en el agua, pensó que era el día más señalado para darle la noticia antes de que se hiciera notorio.

Alfonso al verla juguetear supuso lo que podía pasar, y la recriminó su actitud porque temía que se podría dar un trompazo, lo que jamás ella imaginó era que en una de esas intentonas de sentir bajo su pie izquierdo el agua correr sobre la loseta musgosa iba a perder el equilibrio, y caer tendida sobre el riachuelo que discurría.

En un segundo su cuerpo desnudo se deslizó por el suelo erosionado por las aguas del invierno, se estremeció de miedo, sabía que a escasos metros la loseta inclinada finalizaba en una poza profunda de unos nueve metros de altura. Alfonso gritó al ver el suceso, en cambio el temor la enmudeció a ella, se encapsuló en un mutismo interior y cerró los ojos ante un cegador sol que reinaba sobre su rostro como un foco. En un film de menos de un minuto revivió las emociones de toda su vida, entonces relajó insconciente su cuerpo que ya no le pertenecía: pensó que se avecinaba lo peor y, en lo mejor acabar con alguna grave fractura en su esqueleto.

Sintió su cuerpo caer al vacío pero no se movió ni un milímetro, permaneció inerte a propósito por si le aguardaba la muerte, sabía de sobra que en la profunda poza había rocas salientes, nadie jamás se había aventurado a tirarse o bañarse en ella por el riesgo, por algo se la llamaba la poza del Diablo.

Como el despertar angustioso de una pesadilla, emergió de la profundidad de las frías aguas y tomo aire, temió ser consciente de sus movimientos porque no sentía dolor alguno, en segundos abrió sus ojos que habían quedado sellados y descubrió la oscuridad rocosa; mientras, en el vacío como venido de otro mundo escuchó los gritos de Alfonso enloquecido pidiendo auxilio. Estaba agotada y exhausta pero viva, por instinto de supervivencia buscó donde agarrarse porque no podía mantenerse más tiempo a flote sin ayuda, su cuerpo recobró el sentido y volvió a pertenecerle.

Consiguió localizar una abertura en la pared de la roca y metió los dedos de su mano derecha entre unas ranuras, al tanto con su brazo izquierdo estirado se abrazo a ella como amándola por devolverle la vida. Un dolor intenso empezó a recorrer su brazo derecho, como pudo sacrificó todo el esfuerzo en el izquierdo en la ardua tarea de mantenerse a flote.

Inundando el valle con el eco de su nombre apareció Alfonso al filo de la loseta buscándola, ella todavía muda no consiguió articular palabra alguna, se mantenía pegada y oculta bajo la pared, él se temió lo peor.

Al rato cobraron vida sus cuerdas vocales y unos gritos animales salidos de su garganta sucumbieron en todo el paraje, no paró de gritar de miedo, ansiedad, dolor, incertidumbre y ahuyentada muerte, hasta que rompió por fin a llorar desconsoladamente.

Alfonso respiró hondo al escucharla y la suplicó calma, necesitaba buscar ayuda, no había nadie cerca para auxiliarles. Corrió con todas sus fuerzas por el sendero hasta que descubrió a unos excursionistas que dieron aviso al guarda forestal.

Casi más de una hora tardó en llegar la ayuda, en todo ese tiempo ella no paró de llorar, Alfonso no sabía como animarla y consolarla desde lo alto, estaba preocupado porque presentía que estaba en una especie de estado de shok como una reacción de post-pánico.

En el costoso rescate su cuerpo desnudo y tostado adivinaba su gusto por el naturismo, los presentes se tranquilizaron al comprobar la única posible fractura del brazo derecho. Alfonso la abrazó con todas sus fuerzas pero ella estaba como ausente, en el trayecto al hospital un dolor intenso la cubrió sus entrañas y un reguero de sangre emanó sutilmente de entre sus piernas.

Ella supo de inmediato que las noticias se malogran cuando llegan en cartas tardías y se lo reprochó en su alma.