15/3/11


TRABAJO TALLER DE ESCRITURA FUENTETAJA (14-03-2011)

Narrador personaje protagonista (primera persona).


Me siento muy feliz jugando en la calle con mis amigas del barrio, Cecilia se ha bajado la cuerda y queremos saltar unos duplex, a mí se me dan genial, proponemos hacer parejas y tomar la revancha a mi hermana y a Anita, luego comentan Vero y Mati que podemos ir a buscar a los chicos y cruzar al barrio nuevo, tal vez quieran jugar al escondite, sino acabaremos como siempre tonteando con ellos en el parque.


De repente, veo frente a mí a todos de pie observándome fijamente, con una expresión mezclada de sorpresa, rechazo y tristeza, entonces me doy cuenta que de mi pelo caen copos de nieve; por unos segundos me resulta especial y maravilloso y sonrío, pero rápido siento que es un problema que me hace diferente y me excluye, comienzo a llorar mientras intento acercarme a ellos, mi hermana sale corriendo avergonzada y el resto no quiere ni siquiera que me aproxime, tengo un dolor horrible de soledad en mi alma y tan sólo deseo morirme.


Me despierta un grito con un bofetón en la cara, el Melenas me acaba de sacar de esta maldita pesadilla que me atormenta hace años, se repite como una vieja película una y otra vez, cuando le da la gana. Ya le he dicho que no me ponga más la mano encima, siempre me trata mal y aprovecha la mínima ocasión para darme, estoy muy harta, esta vez con el bofetón me ha movido un diente, parece gilipollas sabiendo lo mal que tengo la boca, pero él lo arregla diciendo que soy una tía muy delicada. Se vale porque no puedo caminar hace dos días, tengo las piernas muy hinchadas y llenas de eczemas porque mis riñones están a punto de palmar, pero no quiero que me lleve al hospital porque entonces me moriré sin ella.

No sé como le aguanto, será porque no me queda nadie ni nada en esta odisea frustrada, los demás colegas se han ido, como el Navajas, cuánto le echo de menos, con él sí que lo pasé bien, aunque cuando le encontré estaba ya hecho una piltrafa, yo aún estaba a tiempo de recular y reinventarme, pero los muy cabrones de mis padres que siempre vivieron para ellos y no quisieron nunca complicaciones me echaron a la calle sin escrúpulos ni humanidad con tan sólo 21 años, y con mi bagaje de inseguridades me encontré ante un precipicio pérdida y sin retorno.

Desde aquél día he seguido sola pero llena de rabia, me pegué aún más a las malas compañías, a los colgados, los marginados, los desahuciados socialmente, hasta que el Navajas apareció y me echo un cable, me enseñó a buscarme la vida sin meterme en grandes líos y me aconsejaba entre pico y pico, Malena escapa tú que aún puedes, pero adonde iba, si la otra vida me parecía más que nunca una profunda cagada.

He hecho y me ha pasado de todo y, para el resto del mundo absolutamente nada, qué ironía si yo contase todas mis heroicidades, he trepado por alambradas, saltado por balcones, comido de la basura, dormido en la calle, me han violado, me han pegado, me he prostituido, he suplicado, me han insultado, me han despreciado, he mendigado, me han robado y he robado, me han intimidado, he sufrido prisión injustamente y, no sé cuantas barbaridades más que mi memoria ya no alcanza.


En cambio ahora que todo esto se acaba, me doy cuenta que mi mayor enemigo no ha sido en mi vida ella, ni tan siquiera yo, sino todos aquellos que con pequeñas gestas me amedrantaron la moral y la estima desde niña, comenzando por mis padres egoístas, moralistas y llenos de desamor, por aquellos maestros tiranos y personalistas que me subestimaron, por la crueldad de mis hermanos ejemplares y aventajados, por el dedo acusador que en la adolescencia me perseguía por casa, el instituto, la familia, los falsos amigos, decretando a hurtadillas que yo Malena era carne de cañón, por solo intentar a mi manera, reconozco que con sobrada rebeldía y soberbia, dar llamadas de atención y aceptación a mi persona hasta encontrarme.

Pero una vez tirada a la calle descubrí a mi manada, a los desencontrados como yo de alma, y en un rincón perdido de este laberinto me la presentaron una noche, ya la conocía de oídas y hasta de vista y, aunque era consciente del precio que se pagaba, quise abrazarla, hasta hoy. Reconozco que mi primer y último pensamiento del día siempre es para ella, la necesito en mi muerto cuerpo corriendo por mis venas llenas de vida, sé que es difícil de comprender ni siquiera lo pido, pero lo más grande que he sentido y siento me lo da ella, es inexplicable la plenitud y el sosiego que me embarga cuando me acerca a la otra orilla donde yo soy única, libre y extraordinaria.