23/12/09


EL AGUJERO

La azafata requirió a todos los pasajeros que se abrochasen sus cinturones, en breve aterrizarían en el aeropuerto de Oslo; Calista respiró hondo al oír estas palabras, el vuelo le había resultado interminable, más que si hubiese cruzado el Atlántico en barco. Fruto de una impaciencia mortífera estuvo sumida todo el vuelo en un sudor frío como la cola de papel pintado, este limitaba sus más simples movimientos, parecía una especie de muñeca rígida que amenazaba desde que embarcó en el aeropuerto de Barcelona con desarticularse por un meneo.

Sugestionada por sus desengaños, contrariedades y miedos, sentía su corazón como un cóctel molotov a punto de estallar, de repente, todo ese anhelo por consumar la llegada se esfumó en pánico, como cuando te abandona el olor de una flor al escapar de su lado, sintió asfixia por unos segundos y una tristeza incipiente afloro en sus ojos, imaginó por un momento como sería salir del aeropuerto sin ser vista, o mejor tomar de nuevo el primer billete de vuelta a casa. Qué locura más impensable y suicida, pensó.

De seguido recordó que ya no había lugar donde regresar, todo quedó atrás sin rastro alguno, salvo unos pocos parientes, que tantos problemas e inconvenientes le habían ocasionado, no había retorno, había pasado hoja de nuevo y no podía fallar ni fallarse otra vez, ya no era una cría y debía intentarlo de nuevo con todas sus fuerzas para conseguirlo.

Era el segundo viaje de su vida y el equipaje aunque más ligero que el primero le pesaba tres veces más, cada prenda iba impregnada de una ilusión y su consiguiente pérdida, de una esperanza y una malograda desesperanza.

Cerró los ojos mientras sintió descender el avión en picado, estaba nerviosa e inquieta hasta que una vez en pista se soltó el cinturón de inmediato y una emoción de cierto sosiego la embargó, se santiguó y por inercia tomó su cruz colgada al cuello y la besó.

Algo desorientada descendió del avión y siguió a parte de los pasajeros por el aeropuerto para recoger el equipaje, no atinaba muy bien a desenvolverse en grandes espacios, pese a su descomunal apariencia de mujer despampanante y de mundo, pura fachada, no conocía nada más que su pueblo natal en Cuba y la Barcelona recién abandonada.

Su vida se había desarrollado en las cinco calles de su pueblecito, y entre prácticamente cuatro paredes en los últimos dos años de su vida en Barcelona, no había habido nada más, no hubo paseos para descubrir la ciudad, ni pueblos aledaños, ni visitas a centros culturales, ni museos, ni copas en cafetines antiguos, ni cines, ni restaurantes, ni amigos, ni conocidos, no hubo nada de nada, a sus escasos veintidós años todas sus promesas hechas al llegar a España se esfumaron.

Se apresuró en cuanto tomó su maleta al primer aseo que divisó, se plantó frente al espejo y se recolocó todas sus prendas, desabrochó unos botones de su camisa dejando a la vista un pronunciado busto, sacó de su maleta un neceser y se retocó el maquillaje, parecía mayor a su edad. Toda ceñida en un pantalón ajustado que mostraba descaradamente sus formas, se ajustó el cinturón aún más, su cintura quedó de avispa, tomó unos zapatos de tacón de vértigo y los sustituyó a sus deportivas, simulaba aún más mujer.

Al acabar se sonrió y se mandó un beso picarón, al mirarse siempre se gustaba tanto que estaba enamorada de si misma desde niña; emprendió la salida, iba lenta pero segura, no le quedaba otra con esos taconazos, algunos hombres se giraban al verla pasar, Calista se llenaba de gozo y se reforzaba en su fuero interno. Se contoneaba cada paso un poco más, hasta que logró una especie de ritmo que parecía bailar en vez de caminar.

Vió en primera línea a Paul al otro lado de la cinta esperándola, ella le sonrió con una cierta angustia, tuvo un mal presentimiento como la última vez que hablaron, sabía que no era de fiar.

Se besaron en la boca con cierto titubeo, éste la tomó la maleta y le preguntó por el viaje, Calista contó todo justo al revés, él la miró de soslayo, sabía que mentía.

En una de las puertas principales de acceso les esperaba un chófer junto a un mercedes último modelo con cristales opacos, éste tomó la maleta de la mano de Paul y la metió en el maletero, mientras tanto Paul abrió la puerta trasera derecha a Calista con una maliciosa sonrisa y la cerró con fuerza, ambos hombres se apresuraron a subir al coche, al arrancar se activó el cierre de seguridad de las puertas, Paul observó por el espejo interior a las mujeres...

Calista al tomar asiento encontró a una joven rubia muy guapa con cara enigmática, se miraron y no se saludaron, al fin y al cabo las dos sabían a que se enfrentaban, a una encarnizada lucha por ser la puta más rentable.




2/12/09



EL VIEJO TITERE

Mario era un viejo bonachón que vagaba de pueblo en pueblo con su pequeña familia de muñecos, desde niño vivió inmerso en el mundo del teatro ambulante de sus padres, que recorrían todos los rincones de España escenificando cuentos y leyendas, éste con el paso del tiempo adivinó su vocación más profunda, la de titiritero; disfrutaba de aquí para allá por su espíritu libre y nómada, y destacaba en él poderosamente su don de gentes y jovialidad, que le conferían una naturaleza de artista idónea para cautivar las fantasías, sonrisas y asombros, tanto de niños como de mayores.


Para forjar su deseo creó con mucha paciencia e imaginación un repertorio de cuentos propios, y en función de éstos, ideó su pequeña familia de títeres, el primero en nacer fue Don Moncho, un títere apuesto y elegante, que unas veces resultaba ser un galán conquistador de mozas, como señor de un reino e incluso caballero en busca de justicia; tras de si apareció la dulce Gimena, una muñeca bella y delicada siempre doncella de sus cuentos agazapada entre hadas y príncipes azules. Más tarde vio la luz Toñete, un pequeño títere de aspecto algo desaliñado, muy simpático y pícaro, que a veces nos deleitaba como mancebo aplicado, ladronzuelo o paje; por último, nació de las habilidosas y amorosas manos de Mario la pequeña María, una muñeca de aspecto frágil y rostro risueño que despertaba una ternura sin igual, siempre tenía papeles tristes y secundarios de niña huérfana, desamparada, limosnera, etc. Mario la tenía un profundo cariño y a menudo ansió transformarla para que tuviese un merecido protagonismo en los guiones, pero la marcha del tiempo y la merma de fuerzas le vencieron, y jamás escribió nuevos cuentos para ella.
Sus cuatro títeres eran toda su vida, una vida llena de innumerables recuerdos, de lugares y gentes, de noches frías y calurosas, de caminos bajo las estrellas, de inusitadas e insospechadas anécdotas, pero siempre abrigado del fulgor del amor de sus amados muñecos.

Tan solo una vez en su vida éste se planteó cambiarla, fue cuando se enamoró perdidamente de Eloisa, una joven pasiega de un pueblo montañés de Santander, que conoció en una de sus funciones, la joven apareció una tarde sentada sobre la hierba expectante ante su función, un brillo irradiaba chispeante en su ojos mientras Gimena se abrazaba a Don Moncho en un acto final de amor. La muchacha era toda gloria, candidez y belleza y pronto quedó cautivada por el cálido titiritero y su comparsa de cuentos y títeres, Mario repitió su repertorio en aquel pueblo hasta la saciedad, con la intención de alargar su estancia hasta atreverse a pedir la mano a los padres de la muchacha.

Aquellos accedieron felices a dar la mano de su hija porque Mario era un hombre maravilloso y entrañable, en verano éste prometió volver para casarse y establecerse en la montaña y formar un hogar, quedaron por tanto felizmente comprometidos hasta su enlace en el estío.

Transcurridos tres meses él regresó al pueblo montañés acompañado de sus padres, cargado de mucho amor, ilusión e impaciencia por celebrar las nupcias, pero a escasos metros del sendero de la aldea, un anciano le dio la trágica noticia de la muerte de Eloisa por unas fiebres. Aquél infortunio dejo a Mario sumido en una gran tristeza durante años, pero con el tiempo y mucho coraje y siempre lleno del calor de sus títeres y el público, se sobrepuso al dolor.

La pasada noche le vi por última vez, fui a despedirme porque a la mañana siguiente iba camino del sur, en busca de inviernos menos crudos como las aves, le noté cansado y algo torpe porque observé que su mano algo temblorosa no atinaba a coser bien un faldón descosido de Gimena, charlamos con avidez de sentimientos y pensamientos como acostumbramos hace veinte años, la primera vez que le vi yo era tan solo una niña de nueve años, que fascinada de su ilusión me acerqué a tocarle suponiendo que era una especie de mago (y os prometo que así lo creo todavía), desde entonces comenzó una gran amistad y admiración.

Cada vez que viene por estos parajes al final del día de función, bajo la tenue luz de su carromato, aprovechamos para saber de nuestras últimas aventuras, pero siempre acabamos la velada acariciando a los títeres mientras me cuenta sus hazañas con ellos, si María se cayó y se rompió un dedo y el arreglo no ha quedado del todo bien, si Don Moncho se está haciendo viejo porque está perdiendo pelo, si el pequeño Toñete tuerce un ojo, etc. También ellos se resienten de los años y el ajetreo de tantos viajes, pero fieles como perrillos eternos no desaparecen de sus ojos la ilusión del primer día de su existencia al lado de Mario.

Le abracé con fuerza porque en estos últimos años en el fondo de mi corazón temo no volver a verlos jamás, me prometió que se cuidarían mucho y, que tal vez pronto escogerían un rincón para establecerse los últimos años de vida, le anime a quedarse aquí, en este pueblo que como en otros tantos sé que son muy queridos y bienvenidos, y me aseguró pensarlo. Me despedí de todos ellos con el fervor de verlos pronto pasado el invierno.

Al caminar hacía casa tuve la necesidad de volver porque sentí una profunda preocupación y tristeza, quería insistirle en quedarse en el pueblo a su regreso, al acercarme oí a Mario y los títeres hablar entre ellos, me produjo una emoción tremenda y una punzada de soledad en el corazón, mis ojos se empañaron de inmediato de lágrimas, tal vez fuesen ellas las autoras de mi alucinación cuando al descorrer con cuidado el cortinaje encontré sobre la mesa a mi viejo amigo hecho títere rodeado de sus muñecos que le abrazaban.

Silenciosa retrocedí sobre mis pasos y marché a casa con los ojos llenos de felicidad.










20/11/09


MUERTE DE OFELIA
Ofelia muerta según William Shakespeare

"Hay un sauce que crece a través de un arroyo, reflejando sus canosas hojas en el cristal de la corriente: allí llegó, con fantásticas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, velloritas, y esas largas y purpúreas que los licenciosos pastores llaman con nombre más grosero, pero que nuestras castas doncellas llaman dedos de muerto. Allí, al trepar sobre las ramas salientes para colgar sus coronas de hierbas, un maligno mimbre se rompió, y sus trofeos vegetales y ella misma cayeron al lloroso arroyo: sus ropas se extendieron y la sostuvieron un rato a flote como una sirena, mientras ella cantaba trozos de viejas melodías, como inconsciente de su peligro, o como criatura natural y familiar en ese elemento, pero no pudo tardar mucho que sus vestidos, pesados de tanto beber, arrebataran a la pobre desgraciada de su canto melodioso a la fangosa muerte."

William Shakespeare, Hamlet, 4, VII (de la edición: R.B.A., Barcelona, 1994; pp. 78-79; traducción de José María Valverde)

Eran presa de amor, de ese amor puro y eterno que sobrepasa a la vida y por consiguiente a la muerte, que un día abandonó el huidizo Hamlet, cuando trastornado dicen con la visión del espectro de su padre, quedó loco y extraviado, entretanto, deambulaba con delirio por el umbral de la desamparada Ofelia, sin osar más a tocar su tersa piel ni a besar sus finos labios; ésta cautiva de desamor, vivió por entonces atormentada, hasta que un fatídico día feneció en un arroyo lleno de vida.

Sé Ofelia de tus días de dolor, del desamor y destemplanza..., e imagino como aquélla jornada vagabas evadida por el bosque, mientras cristalizabas cada pensamiento al elegir una flor, con las cuales harías lindas coronas de aromas y sentimientos para agasajar con cierta alegría tu desasosiego y, lograr en las ramas de los árboles entronizarlas como esperanzas prendidas desde tu corazón.

Tal vez, la aflicción te hechizara a premiar con tus íntimas ofrendas a la rama equivocada, ésta frágil como tú cedió y, en esos segundos inesperados tu cuerpo despertó con sobresalto en las aguas; presiento tuyo un profundo suspiro que ahogó el bosque en un doloroso silencio, la porte de acomodo de tu cuerpo en el arroyo insinúa la venidera purificación del sufrimiento de tu alma descorazonada

Sin urdirlo escogiste para amortajarte un paraíso bucólico de flores, musgo y guirnaldas, y como una flor silvestre sacrificada sobre el agua, se desprende tu agonía retenida sin destino, la sumisión de tu cuerpo orlada por tu cabellera esparcida en reposo sobre la gélida linfa, yergue de solemnidad toda tu figura y estampa, sin señal de tragedia alguna por el quebranto de vida, te ofreces al trance, exhausta de amor pero plácida como la arrulladora melodía de despedida de tus labios desprendida, tus ojos entreabiertos se apagan como una llama.

Me conmueven las dispensadas ataduras de existencia que nacen de tus manos entreabiertas, que se consagran a la libertad que da la muerte en una secreta alabanza, mientras te siento ahogarte con una quietud y pasividad inconcebible, una turbación y tortura me cuestiona..., si tu muerte mi primorosa Ofelia fue deliberada.


3/11/09




HOJARASCA

Me siento viva siempre que comienzan a asomar en los árboles los tiernos brotes nacientes bajo el tenue calor de los primeros rayos del sol y, adivino al alba con mis ojos puros el brillo frio de las puntitas de rocío sobre la hierba nueva y fresca; sonrio cuando las innumerables hojas recientes juegan intrépidas por alcanzar un sitio de esplendor en su árbol, mientras el gorgojeo de los pequeños gorriones, encandilan los frutos venideros que se agazapan entre las ramas como los niños en los brazos de sus madres.
Miles de hojas se entronizan en sus ramas bajo exclusivas y variadas formas, selladas de infinitos tonos verdes, morados, amarillos o rojizos, que condensan la savia inigualable de la bienvenida a la primavera.

Poco a poco pero sin pausa, como en un cuento, dará paso el impetuoso sol del verano que culminará con gracia el sabor maduro de los frutos, arropados con cautela por las serviles hojas, que a golpe de viento y sombra los desprenderá en su justo momento a la tierra, para néctar de otras vidas.

Entonces cuando el incipiente sol dé marcha atrás, entrará en escena mí amado otoño, para ayudar con nostalgia a derramar a los árboles de sus ramas las caducas hojas muertas, tornadas como lágrimas amarillas y ocres que deshacen su manto de abrigo a los frutos paridos.

Consumado el milagroso otoño, éste nos sorprenderá con una magistral estela coloreada sobre el suelo, con una conjugación inusitada y exquisita de tonos que tejen una alfombra musical, que al son de mis pies entona la melodía secreta de pisar hojas secas, entonces allí y en ese mágico momento, bajo las ramas desnudas descubriré con mis ojos el abrigo de un cielo abierto y seré hoja seca en espera de una nueva primavera.

29/9/09

CUERPO Y SOLEDAD

Tumbada recordaba la primera noche que pasó en su chalet adosado en Pozuelo, aquél día estaba encantada e ilusionada como una niña cuando consigue el mayor de sus deseos, fue una noche perfecta y de pleno éxtasis. Rememoró durante unos minutos la cena de inauguración con amigos y familiares, la infatigable noche con su marido de sexo hasta el alba con la excusa del estreno de la nueva cama, lo encantador y loco que era Luis entonces, la incansable fogosidad que le caracterizaba casi a todas horas y, tantas otras emociones pérdidas y olvidadas, que le pareció de súbito imposible como una sacudida violenta que ya hubiesen pasado casi ocho años desde entonces y, ni tan siquiera hubiese sido consciente de lo mucho que había cambiado todo, incluso ellos.

Después de un suspiro de nostalgia febril volvió sus ojos a la hoja del libro que estaba leyendo para conciliar el sueño, en pocos minutos apareció Luís saliendo del baño con su impecable pijama de rayas abotonado hasta el cuello y, sus mini gafas de cerca colgadas sobre el pecho mientras acicalaba su cabello con sus dos manos al unísono, como el que acaricia a su amado gato; ella le miró de reojo y lo advirtió por un instante como un verdadero extraño.

Se tumbó como un sonámbulo en la cama entre medio despierto y casi dormido, llevaba mucho tiempo que Luis sentía los días cada vez más pesados y sin sentido y para colmó Amalia había adquirido la manía de lectura nocturna que le descorazonaba casi siempre su descanso. No podía hacer nada ante esto, ella era tan implacable que no merecía la pena intento alguno de conciliación, pese a lo mucho que Amalia insistiese en imputar a sus vecinos sus desarreglos de sueño.

De repente, el crucifico del cabecero de la cama empezó levemente a vibrar, Amalia hizo un gesto compungido y arremetió con su codo en el hombro de Luis.

-¿Has oído?... hoy empiezan un poco pronto ¿no te parece? Dijo Amalia.

-Luís se dio media vuelta y apagó la luz de su mesilla mientras murmuró entre dientes:
Bueno y qué…deja que se diviertan para eso son jóvenes.

-Si te vas a dormir, luego no te quejes de que soy yo quien te despierta, y anda quítate las gafas que acabarás rompiéndolas, le increpo ella.

Luis con los ojos cerrados se las quitó y las depositó en su mesilla, no sin antes girarse para darle un beso a Amalia de buenas noches.

Ésta se desesperó por su indiferencia y por la noche de frenética actividad sexual que amezaban sus vecinos de al lado, no había ni una sola noche que no los oyese en sus prácticas íntimas, todo empezaba como una especie de ritual, se iniciaba muy suave con el movimiento del crucifijo y luego daban paso los gemidos y cuchicheos de la pareja, para culminar por último después de interminables preliminares a los chillidos y el golpeteo brusco de la cama contra su pared, y no conformes con una sola vez había noches que incluso hasta tres veces, si lo sabría ella, que no llegaba a conciliar el sueño hasta las 3 de la madrugada muchas oscuridades, desde que hace una año se instalaron en el pareado de al lado.

Sintió un ahogo de odio feroz en su fuero interno y arremetió de nuevo con su codo contra el cuerpo de Luís.

No aguanto más, dime cuando piensas de una vez por todas llamarles la atención, esto es vergonzoso e insoportable. Sentenció ella.

Luís como siempre desconcertado entre la realidad y su proceso onírico le expuso medio adormilado lo violento que le resultaba llamarles la atención y, que pensaría como manifestarse con tacto aprovechando la reunión de la junta de vecinos del próximo mes.

Amalia no contestó y cerró su libro con ímpetu, se soltó la coleta de pelo y agitó su cabeza con gesto de reproche mientras se cruzaba de brazos enfadada; en unos minutos quedó pensativa mientras observaba en la penumbra la espalda de Luis tan ancha y fuerte, surgieron pensamientos de nuevo de otros tiempos, que se enredaron con los sonidos que le llegaban del otro lado de la pared, su tensión se comenzó a desvanecer poco a poco como el humo, entre los gemidos que le llegaban de sus vecinos.

Instintivamente, quitó el libro sobre sus piernas y se deslizó en la cama, escuchó una especie de susurros a principio ininteligibles, luego nítidas palabras de pasión, Amalia las quiso para ella, su cuerpo reverdecía de deseo como los brotes esperados de un árbol olvidado. Se acercó despacio a Luis y le acarició con una tímida insinuación, le deseaba como podía en ese momento desear a cualquier otro hombre, solo pedía en esos instantes a un hombre que la abrigase el frío de sus entrañas.

Luís estaba dormido como de costumbre o tal vez se lo hacía y no reaccionó, ya estaba olvidado para él el sexo entre ellos, la pasión era una amiga de antaño que por arte de magia un día desapareció para no querer volver.

Amalia sollozó de rabia, su angustia y exaltación era de impotencia, de desear y no ser deseada, reconoció abierta y sin tapujos la envidia dañina y loca que le producían los gemidos, la cama golpeando la pared, los chillidos y el maldito crucifijo sobre su cabecero.

Se acurrucó de lado dando su espalda también a Luis y con una especie de miedo a lo desconocido, a lo no concebido por educación otorgó a sus manos y a sus vecinos el coraje de poder hacerles el amor.
Esa noche durmió por primera vez desde hacía tiempo profunda, llena y repleta de gozo con la pasión de sus vecinos.

9/9/09



TRISTANA Y SU CUBO DE PLÁSTICO AZUL…

Es curioso como un simple cubo de plástico insignificante, corriente y moliente, e incluso algo deteriorado por su continuo manejo, que ni por asomo tiene parecido alguno a los últimos modelos de cubos de gel de silicona que lucen en las esplendoras cocinas de muchos lugares del mundo, puede tener más valor y significado en la vida de una persona, que el cubo azul de una niña llamada Tristana.

Si le preguntas a Tristana que es lo más bonito que tiene o lo que más prefiere de sus cosas, jamás te dirá que una muñeca, un juego, un vestido ni nada parecido ni típico en cualquier niña que conozcamos de diez años, te señalará tímidamente con una sonrisa vergonzosa su cubo de plástico con la barilla del asa incluso medio doblada por su excesivo uso.

A los pocos días de conocer y observar a Tristana con su apegado cubo me decidí a preguntarle por sus quehaceres, su vida, sus cosas, en una palabra nos acabamos haciendo amigas, ella casi nunca soltaba el cubo de su mano y cuando lo ponía en el suelo siempre quedaba a su vera, iba con el cubo a todas partes, incluso dejaba de jugar correteando con los niños si éste le entorpecía mucho.

Yo acabé imaginando su cubo como su bolso, en el guardaba todo lo que se encontraba, desde una ramita que hallaba en un camino, como una piedra, un fruto, un insecto, etc. cualquier cosa la depositaba en su fondo como un tesoro. Al principio me resultaba gracioso e incluso comprensible, dado que era la única niña en el poblado que tenia un cubo de plástico para transportar 5 ó 7 veces al día sobre su cabeza, 4 litros de agua durante 5 km hasta su casa, el resto de los niños utilizaban recipientes de barro preparados para este menester.

Pensé que tal vez este era el secreto de la obsesión de Tristana por su cubo, estaba claro que era el último modelo de recipientes de aquellos parajes y, era probable que ella se sintiese diferente y orgullosa por ello, pero en el fondo esta deducción no me convencía del todo en mi interior; rápido observé que tanto los niños como los adultos no prestaban atención alguna al dichoso cubo, jamás nadie lo tocaba ni tan siquiera lo tenían en cuenta, por tanto, era evidente que el cubo no tenía valor alguno por añadidura para el resto de pobladores.

Con el tiempo descubrí que en aquel poblado no había cubos de plástico porque en el fondo no los querían, se me despejó la duda una tarde que llegó un jeep con ayuda humanitaria, llegaron con bidones de plástico y un montón de utensilios que yo en esas circunstancias reutilizaría para mi propia comodidad, pero por sorpresa, ninguno de los moradores hizo amago de quedarse con nada, salvo con el contenido de los mismos, que guardaban en sus propios recipientes creados con sus habilidosas manos.

Llegado este punto muerto, me obsesioné por averiguar que encerraba este cubo para la pequeña Tristana, yo tenía grandes dificultades de comunicación con la gente del poblado porque hablaban un dialecto muy propio, salvo unos pocos que balbuceaban en inglés algunas palabras básicas para el entendimiento sencillo, es un lugar que curiosamente sobran las palabras porque con las miradas y sonrisas se consiguen las mayores afirmaciones y negaciones jamás encontradas en la faz de la tierra, por consiguiente el enigma se tornó cada vez más dificultoso para mí.

Pero tal era mi deseo e incluso mi obsesión que un día Dios intercedió a mi curiosidad, y hoy más que nunca sé de su propósito. Llegaron de la misión más cercana a 50 Km. un misionero llamado Padre Luis, junto con dos cooperantes humanitarios para hacer un control del registro de nacimientos, defunciones y enfermos del lugar, y fue en una conversación con el Padre cuando descubrí el misterio del cubo.

Recuerdo como Tristana se acercó corriendo cuando regresó de uno de sus recorridos a por agua al ver al Padre Luis, le abrazó y le besó durante un buen rato, comprobé que él tenía también un especial cariño por la niña, y entonces como un chispazo me surgió la pregunta que tanto me perseguía.

El Padre me contó que Tristana se aferraba de forma imperiosa al cubo que un día trajo su madre al regresar al poblado, de la misión con la que les ayudaba a limpiar y cuidar a los enfermos de sida; para aquella mujer su cubo era su herramienta de trabajo, lo cargaba numerosas veces al día de agua para abastecer a la misión y, otras tantas veces para limpiar a los enfermos; más tarde por desgracia la niña como ejemplo de su madre lo tomaría para cuidarla y limpiarla a ella, hasta que falleció unos meses atrás de sida.
Este hecho curioso y emotivo despertó en esta niña de un recóndito lugar de Africa, la bondad atrapada en un viejo y simple cubo de plástico azul, desgastado de largas caminatas bajo el sol y usado para numerosos menesteres, por una madre, su labor, entrega y amor a enfermos y desprotegidos como ella en una tierra llena de alma.

14/7/09




PASIONES

Cerró tras de sí la puerta de casa, la calle estaba desierta y la noche fría; se ajustó el cinturón de la gabardina y encendió un cigarrillo.

Descendió las escaleras de piedra y emprendió despacio y sigilosa la subida del callejón, los adoquines húmedos brillaban bajo la luz de la luna.

Sobre sus tacones de aguja se meneaba suave y segura, mientras una estela de humo la desvanecía entre bocanada y bocanada al son de la música del peso de su cuerpo.
Hechizada miró al cielo, allí estaba ella, pletórica y llena, esperándola con la benevolencia del universo. Se sonrieron como siempre.

Al final del callejón se apartó celosa de su mirada y, silenciosa se aproximó a un esquinazo oscuro y ardiente. Se desabrochó insinuante su gabardina, y unas intrépidas manos la acariciaron con fuerza los pechos mientras acercaban sus labios.

La pasión prohibida y secreta aceleró sus corazones hasta alcanzar el éxtasis, la luna cómplice de ellas se arropó de nubes.

3/7/09





FRAGILIDAD


Algunas veces sin pretenderlo,
cuando hilo mis emociones
una fiel aguja resbala,
y, el alma me traspasa.

Brota una dolorosa gota,

de negro y sutil veneno
condensado de temores,
que me invade por doquier.

Enajenadas mis emociones

se tornan nubes empañadas,
que arremeten maliciosas
contra los benditos anhelos.

Si puedo succiono con mis labios
tan ajeno veneno propio,
que escupo con vehemencia
a los pies del templo de mi alma,
como ofrenda de no volver.

23/6/09

Junio Ardiente (de Lord Frederic Leighton)



Mis ojos te descubren con el brillo cautivo de una sagaz aventurera a la conquista de tu misterioso continente, me embarga una sensación de infinita impaciencia por recorrerte y conocerte. Dormida en un profundo sueño, ojalá fuese conmigo, yaces tranquila… yo me adentro sigilosa de puntillas.

Fascinada de ti , repleta y desbordada de ansía como los grandes amores, me pinto con tus vivos colores y deshielo mi invierno cuerpo, que se convierte en corrientes de puras aguas que cubren tus riveras y riachuelos filtrándome por el subsuelo de tu mente.

Acerco mis labios a tu suave mejilla y, quedo extasiada escuchando la melodía de tu húmedo aliento, que perfuma cada poro de mi piel con aromas desconocidos de los frutos de tu mágico mes de ensueño, te degusto con el sabor del pensamiento. Sigue embaucándome tu sopor…mí amado Junio Ardiente.

El anaranjado manto sedoso y vaporoso del atardecer de tu vestido adivina el contoneo de tus insinuantes formas silenciosas, que recobran vida especialmente en las fugaces noches de verano, para agasajarme del placer sin pudor recreado y con toda su grandeza culminado.

Pliegues caprichosos como montículos montañosos dibujan juguetonas formas que quiebran la aparente quietud de tu adormecer, un constante movimiento inerte resopla contra mi faz al observarte. Me muevo sobre las puntas de los dedos de tu pie apoyado bajo el cruce gracioso de tus piernas, delicada maniobra de tu ardiente cuerpo en consonancia con la serenidad de tu bello rostro.

Galopo por el sendero de tu interminable cabellera, del color térreo de las fértiles y frondosas tierras, donde cabalgan y reposan los profundos secretos de las estaciones, con sus lluvias, sus siembras y los brotes acaecidos en jugosos frutos.
Unas delicadas adelfas custodian tu onírica cabecera, seducida entre sus flores y aromas se despierta la magia de tu tiempo que al mirarte hago mío, quedo ardiente llena de tu fuego.

17/6/09

EL DESLIZ DE MERCEDES

¡Por favor, deje de masticar el chicle un momento, mientras controlo sus tonos cardíacos” -dijo Mercedes con voz suave.

La joven le lanzó una mirada de asco, a la par que le estalló un globo de chicle cerca de su oído; Mercedes se contuvo mientras la auscultaba, ni siquiera se giró para mirarla, la ignoró por completo, primero porque estaba en su consulta médica y segundo porque tenía miedo.


Mercedes

Era una mujer muy fuerte y triste, su vida había sido un padecer de sufrimientos y sacrificios desde que se enamoró con 16 años de Ramón, un chico del barrio con mala fama; el típico golfillo de poca monta que ni estudiaba ni trabajaba y, sobrevivía como toda su familia de hurtos y trapicheos de contrabando; se le apodaba el Paul Newman, por su gran parecido con el actor norteamericano y su especial encanto.

Mercedes era la segunda de cinco hermanos después de Antonio que era dos años mayor que ella, eran hijos de una modesta costurera viuda que trabajaba de sol a sol para poder sacar adelante a tantos hijos sola. Mercedes era una adolescente responsable que resaltaba por su dulzura, inocencia y madurez, cuidaba de su casa y de la familia como una madre y destacaba por ser una excelente estudiante; sus profesores se sentían orgullosos de tenerla como alumna y le vaticinaban un futuro universitario prometedor.

Una tarde fría de otoño que Mercedes regresaba de estudiar en la biblioteca, el destino caprichoso jugó un papel fatídico en la vida de Mercedes, su inocente mirada se cruzó en el camino del adonis de Ramón. El idilio entre los jóvenes fue fulminante y secreto, Mercedes no tardó mucho en sucumbir a las quimeras de éste, que la conquistó sin escrúpulos hasta dejarla embarazada en menos de tres meses.

Aquello, marcó un antes y un después en la vida de la joven, por lo pronto hubo de marchar a casa de Ramón, porque en su hogar no había sitio ni tan siquiera para hacer un hueco al futuro bebé.

La familia de Ramón la acogió con los brazos abiertos, pero a su manera, sin remilgos y con excesiva confianza; ella tardó tiempo en acostumbrarse, tanto a las palabrotas y malas formas del patriarca y los tres hermanos de éste, como a los ensordecedores gritos que inundaban la casa a todas horas, en bocas de la madre y una cuñada. La vulgaridad y la falta de educación era un constante en aquella casa desordenada, abandonada y sórdida y,
Mercedes muy pronto comenzó a saborear el sentimiento de angustia por la pérdida del calor de un hogar.

Los estudios de Mercedes transcurrieron de la mano de su embarazo y, a pesar de las propias molestias e incomodidades de su gestación, acabó el curso de 3º de bachillerato como de costumbre, con excelentes notas. En casa de Ramón se la apodó con sorna e envidia La lumbreras.

El 11 de julio, con la misma facilidad y soltura que un fruto maduro se descuelga de su rama, nació su hija Graciela, era un ángel con unos ojos azules de impresión y, un imán que atraía por su hermosura como su padre.

Mercedes con la ayuda económica de su madre acabó sus estudios secundarios e ingresó en la Universidad de Medicina, Graciela se criaba mientras tanto bajo la tutela exclusiva de la abuela paterna, tenía con tres añitos el mismo desparpajo que el de una señora de cincuenta años, era escandalosa su viveza y agudeza.

El día que Graciela cumplió cinco años, la policía pilló de madrugada a Ramón con sus hermanos robando jamones en un almacén de un pueblo de Toledo, aquello fue la gota que colmó el vaso de Mercedes, estaba harta de los continuos requerimientos judiciales de Ramón, del trasiego de objetos y personas de lo mas variopinto por la casa, de sus escarceos amorosos y, lo más doloroso y punzante, sus continuos insultos y amenazas.

Mercedes quedó sola en casa con la niña todo ese día y, aprovechando la situación decidió huir de una vez por todas; la idea le seducía hacía tiempo y deseaba con todas sus fuerzas olvidar y sacar de su vida a toda esa gentuza. No lo tenía nada fácil, sabía que con la niña sería imposible, la adoraban, y como un clan de gitanos que tarde o temprano encuentran a uno de los suyos, eran capaces de todo e incluso de atemorizar o vengarse con su familia.

Llena de coraje, marchó aquella misma tarde a casa de su madre con la niña, la pidió algo de dinero con la excusa de comprar unos libros muy importantes; besó a Graciela por última vez y desapareció.

Su huida fue un penar con tan solo 8.000 pesetas en los bolsillos; pero con ingenio y predisposición consiguió rápido un trabajo de camarera para el resto del verano en la costa levantina, los primeros meses fueron muy duros, aunque contó con la ayuda y el apoyo de su hermano Antonio que le adelantó algún dinero para pagarse una habitación en un piso que compartía con gente de la noche.

Su familia comprendió su huida y el hecho de verse obligada a dejar a Graciela en manos de la familia del padre, era su único salvoconducto para la libertad.

Tras el verano, consiguió trasladarse a Palma de Mallorca, allí se dedicó todo el año a buscar una estabilidad económica con trabajos al principio infravalorados y mal pagados, transcurrido el año aprobó por oposición una plaza de bibliotecaria, aquello le facilitó reanudar sus estudios de medicina y poco a poco se forjó una nueva vida y un futuro acorde con sus verdaderas pretensiones.

El tiempo pasó y jamás volvió a Zamora su ciudad de origen, hubo encuentros con su madre y familia en Palma de Mallorca, intentó hablar por teléfono con Graciela a lo largo de los años pero fue imposible, la colgaban el teléfono al escuchar su voz.

La familia de Mercedes siguió viendo a Graciela hasta que cumplió 11 años, en los que la niña empezó a negarse a verlos y les insultaba y amenazaba.

Mercedes a los 25 años consiguió finalizar sus estudios de medicina, tenía un trabajo estable y un futuro prometedor como médico, el siguiente reto se forjó con 30 años al lograr la especialidad en cardiología, y una plaza fija en un hospital público en Madrid.

Con 33 años había conseguido su estabilidad tanto profesional como emocional, tenía claro y sin remordimientos el precio y el sacrificio que había tenido que pagar por un desliz de juventud, quería a Graciela, pero sentía un ahogo a su recuerdo, sabía que la dejó ir de sus brazos de madre por no sentirla suya en el fondo de su ser, supo nada más nacer que había nacido a ellos, irritable, rebelde y agresiva.

Como de costumbre, Mercedes tomó el primer expediente de la bandeja de pacientes de la tarde, observó primero las anotaciones del médico de familia:
“Paciente que sufre desmayos ocasionales, especialmente al hacer esfuerzo. Dolor en el pecho que empeora con el ejercicio y desaparece con el reposo. Falta de aliento. Palpitaciones cardíacas (latidos irregulares) y Tos.”

No había duda para Mercedes, esta persona padecía de estenosis valvular aórtica, probablemente leve, no tenía gravedad y, tal vez solo precisase de revisiones periódicas sin tratamiento adicional.

Se alegró al pensar que era un caso fácil de tratar, de seguido quiso comprobar la edad y el sexo del paciente para reafirmar su diagnóstico. Buscó la ficha técnica que transcribía en primera línea los datos personales del paciente, en unos segundos quedó su mirada colgada del pasado, ante ella se encontraban unos datos irrefutables:
Nombre: Graciela Blanco López
Edad: 18 años
Fecha nacimiento: 11 de julio de 1982
Lugar: Zamora


El corazón se le arrugó como un papel que jamás recuperaría su textura primitiva, el destino de nuevo ponía a Mercedes al filo de un precipicio surgido sin prever de un camino largo, penoso y trillado a base de esfuerzo sobre esfuerzo, sintió que su horizonte solo lo había alcanzado con las yemas de sus dedos.

El nombre de Graciela rebotó por las paredes de la consulta al escuchar a la enfermera nombrarla, se apresuró a preguntarla si venía acompañada, la enfermera le contestó que no.

Mucho mejor, pensó. Sintió que el destino le daba otra oportunidad, no siendo probablemente reconocida.

Al entrar Graciela, descubrió a una joven de belleza descomunal, iba ataviada con ropa vulgar e insinuante que facilitaba la visión de enormes tatuajes de vivos colores por sus brazos y piernas; su tono de voz era voraz, tenía unos inmensos ojos azules envenenados por una especie de mirada desconfiada y dañina, era fría y provocadora.

El ahogo del recuerdo dio paso a un miedo aniquilador con la presencia de Graciela, su hija aparecía por arte de magia y se imponía en su presente con toda la fuerza de dieciocho pesados y fatigosos años. No la reconoció y Mercedes suspiró aliviada.

Al terminar la revisión le confirmó el diagnóstico sospechado, padecía de “estenosis valvular aórtica leve”, no conllevaba tratamiento salvo rutinarios controles, a priori semestrales.

Graciela la miró con prepotencia y desprecio, le irritaba la gente como ella, tan educada, suave y correcta, y le dijo:
Entonces que pasa, que tengo que volver a verla dentro de seis meses ¿para qué?, si dice que estoy bien – Dijo Graciela masticando el chicle con vehemencia.

Mercedes con una compostura fingida, le explicó que eran controles rutinarios y preventivos, para evitar en el futuro dolencias mayores.

Graciela hizo una mueca desafortunada de reproche, que molestó incluso a la enfermera presente.

Al finalizar la consulta Graciela se despidió con una sonrisa hiriente, la enfermera indignada comentó su malaeducación y desfachatez.

¿Donde se habrá criado ésta? – Dijo la enfermera molesta.

Mercedes, la contestó compungida –
No sabemos Elena las circunstancias de las personas y sus motivaciones, para ser o actuar de una manera determinada en la vida, créeme. Anda, coge su expediente y remítelo al centro de salud con esta nota.

En la nota de puño y letra de Mercedes, constaba lo siguiente:

Se remite este expediente de la paciente Graciela Blanco López al centro de salud de especialidades de la zona. Su patología de carácter leve no reviste gravedad alguna, por tanto, las revisiones prescriptas deben realizarse en lo sucesivo por su centro de salud primaria.
Atentamente,
Dra. Mercedes López de Castro.

Graciela, al salir de la consulta tomó el ascensor hasta el parking, allí la esperaba en un coche su abuela y su padre.

¿Qué... te ha dicho algo? – preguntó su padre.
Nada, no me ha dicho nada, solo me ha dado este papel, no tengo nada grave. – Lo extendió a la mano de su abuela.
¿Seguro que era ella? – preguntó la abuela con odio.
¡Sí, joder abuela, era ella y la muy puta ni se ha inmutado! – gritó Graciela.












15/6/09

CABALLOS DE HIERRO

En vuestro adiestramiento os enseñan

a galopar a un ritmo certero,
del largo camino hacéis un relajado sueño
y, del corto un excitante paseo,
vuestros ancestros no temían tampoco al sol, ni al viento,
con la edad del tiempo os forjáis más recios.
Vuestro destino destella junto el mío, el suyo y el de aquéllos,

por miles de vías del mundo cabalgamos suspendidos con historias,
penas y anhelos, eran caminos viejos que vosotros hacéis nuevos.
KATERINA

En la estación, el tren estaba listo y resoplaba como un caballo agitado a la espera. Ella, estoica y altanera, permanecía de pie enfundada en un elegante vestido añil. Serena, sostenía con gracia y equilibrio una sombrilla de encaje beige al paso de la muchedumbre por el andén. Cerca de ella cruzó el jefe de estación con su banderín; su corazón se estremeció lleno de sinsabores y desesperación, Sacha ya no la amaba y no había vuelta atrás. En pocos segundos el silbato sonó y con paso grácil y un escalofrío por todo su cuerpo se aferró a las vías. Al sol, sola y abierta quedó su sombrilla…

9/6/09

ULISES

La noticia desoló de inmediato a Roberto, según salían las palabras por la boca del ginecólogo éstas se apoderaban de los latidos de su corazón y, sentía una angustia indescriptible. Aurora le tomó la mano mientras seguía acariciando con su mano derecha su vientre, no podía tampoco hablar, el doctor hacía una disertación exhaustiva y con todo detalle de la situación, que no daba pie a pregunta alguna.

Al salir del hospital Aurora se puso a llorar tímidamente, en cambio Roberto estaba lleno de ira y dolor, un coche les pitó frenéticamente al cruzar la calle por donde pasaban con el semáforo en rojo, estaban aturdidos y absortos, pero eso no frenó el improperio que injustamente lanzó Roberto al conductor.

¡Serás cabrón y gilipollas!
- dijo Roberto
Te ruego te tranquilices, tenía él razón - comentó Aurora
Roberto fuera aún de sí respondió: -
Vale Aurora, no me toques las narices como siempre.
Aurora indignada le replicó - ¡Por Dios que te ocurre, madura y afrontemos esto!
El con determinación la contestó - Ya sabes cual era mi postura ante esta posibilidad.
Aurora con firmeza le dijo -
Olvídala, me niego aunque me cueste la vida.

Decidieron tomar un taxi hasta la casa de Roberto que estaba más próxima al hospital, buscaban a toda costa refugiarse en un lugar seguro como si de este modo el miedo y la preocupación quedase de puertas afuera. Al entrar Aurora descorrió los visillos del flamante ventanal del salón que daba a la puerta oeste del Parque del Retiro, le tranquilizaban esas vistas y la llenaban de estimulo. Roberto se había dejado caer tumbado en el sofá como un cuerpo muerto y, cubría sus ojos con el antebrazo temiendo la luz, estaba irascible y callado y, Aurora había aprendido después de cuatro años juntos sin convivencia no acercarse a él bajo estos estados de ánimo, el efecto podía ser ensordecedor.

Sintió una patadita en su vientre seguida de un fuerte movimiento, un primer instinto la atemorizó pero rápido reaccionó con la misma ilusión y esperanza que la primera vez que lo sintió dentro de su ser, los movimientos son siempre señales de vida, de vida nueva pensó. Se acercó a Roberto y se sentó a su lado, éste seguía en actitud de introspección, sin inmutarse ante ella.

A Aurora le embargó un sentimiento de soledad y desamparo, necesitaba los abrazos y el calor de las manos de Roberto, pero no lo consiguió, no estaba dispuesto a entregarse.

Ella llena siempre de generosidad le acarició el pelo y le beso la frente, éste no se movió ni un milímetro de su posición, era descorazonadora su actitud, así que con todo el dolor del alma Aurora tomó su bolso y se marchó.

En todo el día no recibió llamada alguna de Roberto, ni tampoco contestó a las llamadas de sus familiares y amigos preguntando por los resultados ginecológicos, no quería saber nada de nadie, su mundo se reducía a ellos tres exclusivamente.

Antes de acostarse decidió llamarle pero no hubo respuesta, se encontraba como abandonada y comenzó a llorar desoladamente, consiguió soltar todo lo contenido en el día, era horrible su congoja hasta que sintió de nuevo unas pataditas en su interior que llamaron la atención a su sufrimiento.

Perdón, perdón, mi vida, te he despertado tal vez… No te preocupes mi bebé, mamá ya está feliz y vamos a dormir ahora dulcemente, ¿vale?... dijo sosteniendo su vientre.

Puso una vinilo de nanas y se acomodó en la cama mientras comenzó a cantarle al bebé muy bajito. Notaba la paz de su hijo al tocarse y se acabaron durmiendo probablemente a la vez.

Sonó a las 12 de la noche el móvil y se despertó con sobresalto, las nanas centelleaban por la habitación.

¿Como te encuentras? – preguntó Roberto con voz seria y distante.
Mejor, me había quedado dormida – contestó Aurora
¿Mañana puedo verte temprano para hablar? – le preguntó él.
Cuando quieras, mañana no voy a ir al trabajo – contestó ella.
Te quiero mucho y no quiero que te suceda nada malo, ¿de acuerdo? – zanjó él.
Lo sé, pero no hay realmente riesgo para mi ya lo sabes – sentenció Aurora.
Ya, pero con el niño no hay esperanzas que valgan – dijo con rotundidad Roberto.

Aurora cortó la llamada instintivamente en seco, sin pensarlo, no podía concebir esas palabras estando su ser tan lleno de vida, se negaba a cualquier comentario de desesperanza. Se levantó de la cama y marchó a la habitación preparada para el bebé, cogió de un cajón de la mesita un bello álbum artesanal mexicano regalado por un amigo, lo tomó y marchó a su escritorio donde escribió lo siguiente:


A mi hijo Ulises

Mi pequeño ser que eres y serás por siempre toda mi vida, ahora me explico porque me encapriche tanto con tu nombre Ulises, ya hace meses Dios sabía cual sería tu gran Odisea en la vida, nacer con una serie de limitaciones que te impedirán ser digamos una persona normal, pero a mí hijo mío, eso me da igual, porque eres mío. Sé que no tendrás sufrimiento físico ni tampoco mental, eso me da mucha tranquilidad, tu mente será siempre virgen e inocente, que más puedo pedir sino tenerte hasta el día que me muera acompañándome niño mío, ves que egoísta en el fondo somos las madres.

Ulises, hijo de mi alma, quiero que sepas antes de nacer que es probable que no podamos correr por el campo ni tan siquiera caminar por la calle, pero no te preocupes, la vida nos ofrecerá miles de maratones que correremos de la mano de tu corazón, ese que llegará a todas partes; sé que tampoco podrás comprender jamás mis explicaciones de matemáticas, pero a cambio sentiré tu mirada atenta de vida resolviendo un problema con resultado de felicidad elevada a infinito, simplemente por tenerte.

Jamás podrás escribir un libro, pero con tu mundo de imaginación viviremos los mayores cuentos de ilusión escritos por nuestras almas, donde buscaremos como aventureros incesantes estrellas que iluminen la oscuridad de las noches cerradas.

Cuando nazcas te brindaré todos los colores y sabores de la vida, para que los pruebes y algún día elijas con tus sentidos más despiertos, a los que nos aferraremos para hacer caminos de fuerza y acierto.

Tesoro de mi alma, mi vida y existencia, hoy en este nuevo día te hago la promesa de que verás la luz del día, no te inquietes por nada, mis brazos te esperan abiertos con esperanza, para refugiarme en tu presencia, en tu rostro, en tus suspiros, en tu sonrisa, en lo simple y sencillo de ti que te hará único y diferente cada mañana.

Confío más que nunca en ti Dios mío, sabiendo que las limitaciones que compartiremos yo y mi hijo se convertirán en tus bendiciones, sé de la gratitud y compensación que me ofreces con Ulises.

Naceremos juntos a la vida y la descubriremos despacio y sin prisas, tenemos toda la eternidad. Ansío tu llegada, hijo mio.
11 de Febrero 2002



Despertó Aurora con la luz de la mañana y a su lado el álbum entre las sábanas, se incorporó sobre los almohadones y lo apoyó entre sus piernas y la panza y, en voz alta llamó a su hijo y leyó sus páginas, su mensaje se reafirmó con la misma ilusión del primer día que supo que estaba embarazada, la vida se multiplicaba…

No había opción alguna, jamás Aurora interrumpiría su embarazo, sola y callada le entregó su álbum a Roberto, éste al leerlo lo cerró con brusquedad y se levantó... sin mediar palabra alguna se marchó dando un portazo.

En ese mismo instante Aurora sintió una brusca patada en su vientre, en cambio ni se asustó, entendió que Ulises experimentó la emoción de la madre que apostaba por él.

5/6/09

MALOS RECUERDOS

En conclusión para nada los quiero,
dan a luz en los rincones de los
nuevos caminos encontrados y me

siguen siempre sin ser invitados.

A veces acechan como
bandoleros
y me intimidan con miedos, pero
yo los echo a empujones sin pudor,
por su vulgar atrevimiento.

Otras veces me engañan con manjares

ofrecidos de otros buenos tiempos,
en general, siempre con muertos,
dime para que los abrazo, salvo
para rememorar en un hueco momento.

Son vaticinio del sufrimiento canalla,
por débiles, por egoístas, por osados,
por pecados, por temores o errores,
yo no los quiero busco nuevos sabores.

Su transtorno es callado pero despiadado,
yo los reniego, a mí que me dejen así,
tranquila, en reposo, toda mudada de
espíritu, corazón, muerte, vida y mente,

con el brillo de mis ojos en el presente.
MORRIÑA

Un clavel rojo en mis mejillas me devuelve
el rubor de las noches con lunas salinas,
sus pétalos de cálidos sabores cobrizos
calan de luz nueva las paredes de mi vida.

Un clavel blanco enredado en mis cabellos
colorea el palidecer de mis tibios recuerdos,
con dulzores agrios e intensos de los cuerpos
nacarados, que se unieron sexo a beso.

Un clavel rosa en mis labios sedientos
humedece mis caprichosos pensamientos,
que desperezan en las solitarias noches
y se contonean con descaro por tu cuerpo.


29/5/09

PIPI y CASQUI
Son mis gatitos, caprichosos, juguetones, comilones,
divertidos, amorosos, traviesos, tiernos y dormilones.
Unos días revolotean detrás de una mosca molesta
y, otros investigan callados las sombras siniestras,
con sus maullidos se imponen al silencio de la noche
y, trepan y se cuelgan con sus uñas afiladas de las
faldas de mi existencia, giro y giro y doy más vueltas,
bien agarraditos se sujetan,
para sentir que me muevo
con el peso angustioso de su inexistencia.
(Dedicado a mis amados gatitos ausentes)

28/5/09

CARTA AL ABUELO

Abuelo, te escribo esta carta porque ya sabes nuestro secreto, cada vez que me pase algo yo te lo cuento en un papel y el hada del correo te lo escribe en el tuyo, ya sé que soy muy pesada, bueno eso dice a veces mamá, pero hoy abuelito me ha pasado una cosa muy mala y estoy muy enfadada y triste con mis amigos. Cuando he llegado del cole no he acariciado a Lucas que ha saltado a mis piernas como siempre, porque tenía muchas ganas de ir corriendo a mi habitación a llorar. Al final he llorado un poquito por fuera, pero creo que mucho por dentro porque he ido dos veces a hacer pis.

Papá no se ha dado cuenta de nada, porque estaba tendiendo la ropa en el jardín, y menos mal que dejó la verja abierta que si no me pilla casi llorando al llegar. Yo abuelo, quiero ser fuerte como tú, porque ya tengo ocho años y soy pronto mayor, pero es que hoy mis amigos Pablo, Irene, Alejandra y Samuel se han reído de papá porque dicen que es una maruja, ya les he dicho que mis papás son muy especiales, y que mi mamá quiere ser Directora de su empresa y papá amo de la casa porque les gusta así, además que eso pasa en otros países, pero se han seguido riendo y yo me he ido corriendo.

Son malos abuelo, por que cuando fue mi cumpleaños todos dijeron que suerte tenia de tener un papá que hiciese tartas tan ricas y nos dejase tirarnos todo el tiempo por el suelo a jugar, que siempre para eso son un rollo las mamás, y a Alejandra siempre le ha dado envidia las trencitas que a veces papá me hace en el pelo al acostarme, para que por la mañana al soltarlas me quede el pelo tan bonito y, además todos los fines de semana papá nos lleva a jugar al Amazonia Park porque sus papás están siempre cansados.

Yo con papá aprendo todo, porque dice que tengo que conocer muchas cosas para saber que quiero, son como las galletas hay que probarlas todas para tener una preferida. El sábado me enseñó a pintar la casita de Lucas y lo hice sola con un poquito de ayuda de Lucas que se puso una oreja amarilla, luego con mamá arregle el sillín de la bici, y papá nos preparó una comida de Francia que mamá quería comer. Por la tarde escuchamos música y bailamos los tres en mi habitación, luego papá leyó un poema a mamá de novios, que a mí me dio mucha risa porque mamá se puso muy seria y parecía que iba a llorar, para mí que no le gustó.

Yo abuelo soy muy feliz con papá y mamá y quiero ser como los dos de mayor, bueno, una semana papá otra semana mamá, o un día uno y otro día otro, qué lío, mejor lo pensaré cuando sea más grande, y también como tú, vale abuelo.

Sabes abuelo ya no estoy triste, no me importa lo que digan mis amigos porque mis papás son los mejores del mundo, ¡qué guay! luego pintaré una estrella de colores bonitos para enviarla al cielo para que mis amigos vuelvan a ser buenos. Un besito abuelito muy fuerte que papá me está llamando para merendar tortitas calientes que ha hecho para mí, ¡qué ricas!, verdad abuelo que tengo mucha suerte, seguro que los papás de mis amigos tampoco saben hacer tortitas.

Mariela

27/5/09

ADICCIÓN

En cuanto Arturo tomó asiento descubrió con su innata sensibilidad el bello entorno de la Terraza Jardín del Hotel Ritz, le parecía increíble e inimaginable que en todo el centro de Madrid existiese una terraza aún con ese encanto de principios del siglo XX. Su arboleda era exuberante y una delicia para los muchos pajarillos que con su canto desvanecían la ruidosa Castellana al atardecer; una escalinata de mármol majestuosa daba acceso al jardín e invitaba a cualquier mujer a descenderla como una diva, mientras, las mesas engalanadas de blancura y exquisitez aguardaban su llegada llenas de ojos admiradores.

Tenía el convencimiento que el lugar le iba a fascinar a Andrea, ella siempre se había considerado de clase alta hasta la muerte de su padre, en que todo cambió. Disfrutaba frecuentando sitios caros y elegantes y, por ello le encantaba tanto venir a Madrid; en cambio para Arturo todo eso eran chorradas, él solo entendía del estatus del alma y del corazón, del que no tenía precio ni condiciones mundanas, el resto le daba igual, era humo, él soñaba con otro mundo.

Se percató que en este lugar no quedaría nada “chic” pedir una coca-cola, así que, antes de que se acercase el camarero a tomarle nota, ya había decidido pedir un cóctel sin alcohol. Mientras observaba a los clientes tan refinados, que se explayaban en conversaciones relajadas, el camarero se acercó para atenderle y con una sutil reverencia, le preguntó:

- Buenas tardes, ¿qué desea tomar, el señor?
- Por favor, sírvame un cóctel de maracuya con limón pero sin alcohol, gracias.
- Enseguida, señor.

Una vez marchó el camarero Arturo se dio cuenta que debía haber esperado a la llegada de Andrea, deseaba que no tardase mucho más, pero entendía comprensible su tardanza en una tarde de compras rápidas por Madrid. Andrea había estado toda la mañana de revisiones médicas y gestiones con él, y merecía este respiro, total que significan cuatro horas de una tarde respecto a toda una vida.

Recordó que llevaban ya nueve años casados y estaban tan enamorados como el primer día, no era difícil pensó con una mujer como Andrea, ella brillaba por ese estatus interior que él tanto idolatraba, que la hacía en el fondo diferente y especial al resto humano pese a sus muchos caprichos y a veces tonterías. Él conocía muy bien la esencia pura que no atrapa jamás la muerte, y Andrea la tenía, ella era una mujer llena de mezclas, de aparentes contradicciones, de extremos, tal vez difícil y perturbadora en ocasiones, pero dentro de este extraño caos de personalidad había una mujer con una enorme carga compasiva hacía el prójimo y, un equilibrio del alma rompedor e inexplicablemente rotundo.

Se aproximó el camarero con su copa, y Arturo tardó pocos minutos en tomársela, estaba sediento y algo cansado, le quedó un malogrado dulzor en la garganta y pensó que hubiese sido más acertado haber pedido agua, o si acaso un té con hielo, qué más da, en el fondo sabía que nada le aliviaría su ansiedad incipiente.

Con la espera comenzó a sentirse incómodo, sudoroso y aburrido, le hubiese venido muy bien en ese momento haberse traído el compendio de recomendaciones que el médico le había entregado por la mañana a Andrea, así le podía haber echado una ojeada, aunque no esperaba encontrar nada nuevo, él lo sabía mejor que todos ellos, pero ya daba igual, lo dejó a propósito olvidado en el hotel. Seguro que Andrea se enfadaría, quedó con ella que esta tarde lo leería, que afrontaría lo que sucedía, sin miedos ni penas con coherencia, le había prometido que siempre estarían juntos, pero Arturo se negaba a reconocer su trágica realidad.

En segundos una desesperación vertiginosa se apoderó como siempre de él, sus pensamientos de pérdida de Andrea le comenzaban a enloquecer de nuevo, la amaba tanto que solo Dios sabía cuánto, no concebía no verla, ni tocarla ni olerla, era una locura, deseó en esos momentos morirse, pero no podía evitar su adicción. Sin remediarlo desató rápido un vistazo de águila a la escalinata buscándola, Andrea no llegaba, necesitó tomar otra copa, que le ayudase a sostenerse, a vivir, no aguantaba más el dolor.

Descendió su mirada por la escalinata hasta encontrar al camarero, le llamó con un leve gesto de mano y en pocos segundos éste acudió a su reclamo.

- Señor, dígame Ud.
- Por favor, sírvame un vaso de wisky
- Señor, solo o con hielo
- Por favor, solo.
- Bien, señor.

Enseguida sintió una especie de alivio e imaginó que sus pensamientos perturbadores eran fruto de sus miedos, es más, volvió a creer como de costumbre que no existían los problemas, todo eran exageraciones de los médicos que solo intentaban asustarle, si lo sabría él. Poco a poco empezó a evadirse mientras veía lloroso de deseo llegar al camarero con su copa, éste depositó el vaso sobre la mesa con un gesto de preocupación al observarle, se retiró con una fingida sonrisa, Arturo tras dar las gracias se tomó su wisky de dos tragos.

En pocos segundos yacía sobre la mesa llorando desconsolado, el camarero diligentemente se acercó para ayudarle, Arturo bajo el efecto del alcohol reaccionó con agravio y le despachó.

Ante la expectación disimulada de los clientes, el jefe de los camareros dio instrucciones de dejarlo solo y tranquilo unos minutos, todos observaban incómodos como se empañaba el jardín de sus gemidos, estaba incontrolado.

Unas bolsas al caer golpearon el suelo de la escalinata, por sus peldaños se deslizaron apresurados unos pies que calzaban unas manoletinas blancas lejanas a una diva admirada. Andrea atrapó con sus delgados brazos la espalda de Arturo y le abrazó con todo su poder, le tranquilizó con susurros y acaricias, hasta conseguir que levantase la cabeza de la mesa.

Por encima de cualquier diva y con toda la admiración de los presentes, ella besó las lágrimas que discurrían por el rostro de su esposo sin decir nada, ya habían sido tantas veces que Arturo no podía hablar ni levantarse.

Andrea consiguió articular unas palabras y pidió su bolso caído en el suelo, el jefe de camareros que se mantenía discreto a una prudencial distancia se lo acercó, ella serena pero con rostro compungido extrajo su móvil e hizo una llamada:

-Doctor soy Andrea, perdone que le moleste a estas horas pero necesito que me envíe una ambulancia urgente, Arturo ha vuelto a recaer.

No tardó en llegar la ambulancia con personal médico que recogió a Arturo como un cuerpo muerto y pesado que desvariaba lleno de horrendas visiones, ella hechizada de compasión le seguía cautiva de amor.

Aquella tarde en la Terraza Jardín del Hotel Ritz se ahogó en alcohol un sueño de libertad.

25/5/09

BLANCA NIEVE

La soledad tiene muchas máscaras pero un único rostro, hay que aprender a desnudarla, te puedes incluso divertir con ello, créeme, solo tú y ella… al principio te invitará tímida a abrir una puerta extraña y secreta, pero certera; la mayoría tan pronto la abrimos la cerramos, es natural todo se muestra en una aparente oscuridad y esto provoca miedo y desconfianza, aquéllos que se atreven a cruzar su umbral palparán pronto su mano intrépida y lazarilla, y en un silencio puro e indescifrable una melodía te guiará en esta odisea maravillosa que es la conquista de un mundo inusitado y diferente, si eres tenaz te embaucará.

Me pregunto porque nos han educado a concebir la soledad con recelo y no respeto, a desconfiar de ella, a enmascararla como algo negativo y marginal, la gente no la entiende y huye de ella, lástima, es cuerpo madre de sublimes alumbramientos, compañera furtiva de todo gran genio, y código del camino escarificado en cada alma nuestra. Yo te he gritado, Micaela no temas, descúbrela y vive arropada bajo ella, vincúlate a su complicidad, pero jamás entendió.

Hoy sé que su problema fue la temida soledad, esa soledad enmascarada y, por tanto no querida ni invitada, tal vez, incluso prematura y temprana; ésta permaneció en su existencia quieta y a la espera, y sin pretenderlo se convirtió para Micaela en una voraz enemiga imaginaria, hasta el fin de su existencia; hoy jueves 12 de abril de 2001, un día cualquiera de primavera con tenue sol y un pie de página que vaticina que la tarde será pasada por tormenta, Micaela se ha ido…

Micaela huía de la soledad desde el momento de ser engendrada, ya en el manto del cuerpo de su madre la sintió incipiente tanto o más que a su propia sangre, más tarde con los años la temió y rechazo con locura hasta el maltrato más despiadado.

Todo comenzó el último año de carrera, pasamos las vacaciones de verano en la costa francesa con otras compañeras de curso, ella y su soledad conocieron a Bruno, un guapo e insinuante italiano, con el tiempo supe que él fue su desquite y la atadura para el resto de su existencia a una terrible y engañosa amiga, blanca y atrayente como la nieve al sol, ésta la sedujo con dulces susurros llenos de sensaciones inimaginables, la condujo al atrevimiento del cuerpo y del alma, al despoje espiritual, a la aniquilación de su ser para disfrazarlo con antojo en otro, Micaela se entregaba a una nueva vida… y su soledad pensó que no tenía ya cabida.

Pronto la perdimos la pista, de forma repentina pero con sutil naturalidad y vestida de metamorfosis se desvaneció, nos llegaron a unos y a otros retazos de su nueva vida, piezas de un puzzle envidiado, Micaela había traspasado el láser al éxito mundano.

Pero el tiempo destapa el lienzo que cubre con esmero el misterioso y cautivo trabajo del pintor, Micaela destapó su obra y ella me horrorizó, jamás vi un alma agonizante de sed en un cuerpo exterminado de vida, Micaela caminaba por el sendero de la muerte, de una muerte en vida; cuando la reconocí en aquel parque el alma se me estremeció, me revolví e incluso me lastimé, me sentí culpable y responsable, me acerqué, hablamos y lloramos, nosotras tres, porque la soledad nos acompañaba..

Ese día me confesó que se entregó aquél verano a la blanca nieve, como una sumisa y adepta hija de un clan satánico, pacto su vida y alma, a cambio de perderla a ella.

La blanca nieve es una tormentosa depredadora, una tela de araña que te seduce, atrapa y devora sin compasión, Micaela ya ha sido devorada y, ahora recojo sus restos con el amor y compasión con los que custodia una madre el cuerpo de un hijo perdido en combate, con inmensa tristeza de no volverla a ver.

Micaela hoy ha emprendido su vuelo desplegando fuertes alas blancas de un Ícaro puro, acurrucada en los brazos que no supo abrazar en vida, confieso que ha muerto en paz con su SOLEDAD.

20/5/09

TU Y SOLO TU MARIO BENEDETTI
He oído que te has marchado por un tiempo,
éste caprichoso, que entiendo mueve el mundo
con su peculiaridad de momentos y estaciones,
obliga siempre a una ida del cuerpo para sentir
aguardar el regreso necesario y siempre latente.

Sabiendo tú bien quedarte para poder marchar,
has enraizado letras de vida con fuerza y lucha,
ya prisioneros de tu espontánea y delicada esencia,
serpenteamos por tu eterno laberinto emotivo.

A cualquier hora y lugar, quedamos esta tarde,
y a tú forma y, como tú sólo sabes, te espero
en mis labios con tu “Te quiero”, incitada
por tu candor Mario y sentimiento Benedetti.

5/5/09

¿PORQUÉ LA BACANTE DE DIONISIO?

Cuando niña no entendía porque mi nombre Dionisia no gustaba, decían que era feo y algunos niños hasta se reían de él, yo como es comprensible lo llevé muy mal y hasta no pasada la adolescencia no saboreé el significado del peso de mi nombre y, porqué no decirlo de su origen divino, no hay que olvidar que Dionisio fue elevado al panteón olímpico de los dioses, pese a ser fruto de la mortal Sémele y el rey de todos ellos el Dios Zeus. Fue Dionisio muy querido y homenajeado por los griegos y, aunque de origen extranjero tuvo numerosos fieles y seguidores por el mundo, estoy convencida que en especial por todo lo que a continuación voy a contar...

Ahora con mi cierta madurez no reivindico mi nombre es mucho más, lo adoro y me encanta, primero porque llevo el nombre de un Dios mitológico, que me fascina todo lo que ha representado en la Grecia Antigua, un Dios extraño y ambiguo, inventor del vino, liberador no solo de la mujer para y pro de su expresión sino de todas las clases sociales y estatus, Dios de la máscara y la representación, creativo, expansivo de la locura y el delirio ¿porqué no?; todo en él es la máxima expresión de la libertad tanto del ser como del espíritu, que nadie se equivoque con los tópicos de sus orgías, (ritos religiosos que se iniciaban con una danza frenética de su cortejo hasta un monte donde Dionisio descuartizaba a un animal y tomaba su carne cruda como representación del origen más intimo del hombre y su naturaleza). Su culto regó Arabia, Asia hasta llegar a Grecia y germinó como cepa de vid, es mago de lo enigmático y en mi corazón como un tesoro con misteriosos secretos guardados al hombre para aliviar, evadir y enseñar a disfrutar de la escurridiza vida nuestra. ¡Que más decir!

Tu bacante del siglo XXI
Adoro tu nombre y tu ser por que soy tu fiel bacante o ménade, te sigo por encima de lógica y razón concebida y, sucumbo ante tí “…lleva una melena larga y perfumada de bucles rubios, de rostro lascivo con la atractiva mirada de Afrodita en sus ojos" (Bacantes, 234-235).

Brindo por ti Dionisio, con y por el sublime caldo de la tierra que nos ofreciste para su justo y bien uso, que acerca corazones, sentimientos y desinhibe de falsos pudores.
“…El vino tiene también una función terapéutica, alivia los pesares y produce olvido mediante el sueño, ¡No hay otra medicina para las penas!" (Bacantes, 283) diría el adivino Tiresias.

Ensalzo nuestra locura y delirio que nos aleja de penares y nos muestra la verdad de la vida: ser feliz y vivir siempre en el presente.
“… La ciencia de los sabios no es la sabiduría. Ni tampoco lo es el meditar sobre lo inhumano. ¡Breve es la vida! Por eso, ¿quién puede cosechar el presente, si persigue lo infinito? Ésas son actitudes, en mi opinión, de mortales enloquecidos" Bacantes, 395-402.

Me enloquece tu mágica música que desprende tonos de tu esencia mi Dios y, emprendo catarsis con mi alma
“…la flauta no es un instrumento moral, sino más bien orgiástico, de modo que debe utilizarse en aquellas ocasiones en las que el espectáculo pretende más la purificación que la enseñanza" (Política, 1341a).

Te sigo como fiel perra que corre al monte y en tu honor con hojas de vid de tu sangre hago letras
“…Él, que se ocupa de esto: de guiar a su cortejo en las danzas, de reír al son de la flauta, y de aquietar las penas, en cuanto aparece el fruto brillante del racimo en el banquete de los dioses, y cuando en los festejos de los hombres coronados de hiedra la vasija de vino despliega sobre ellos el sueño” Bacantes, 379-387

Este texto va por ti Hek, que como tú bien sabes me despiertas emociones del pasado y, por mi profesor D. Alfonso; en ese despertar hoy me he acercado de nuevo a mis diecisiete años en clase de griego y ya sin rubor en mis mejillas escucho las carcajadas de mis compañeros cuando mi profesor afirmó que Dionisia era el nombre más bello de toda la clase. Ah, por cierto gracias a mis padres por darmelo.
Junto a él grito en el monte abriendo mi brazos al viento mientras mis pies danzan al son de su música: ¡soy la Bacante de Dionisio y pondero su nombre que es el mío con mis labios llenos de su divino líquido!

4/5/09

A MI MADRE
Guardaré siempre en el alma aquella foto que un día me fue robada, la llevaba en mi cartera por ser en un principio la que más gustaba, nada más me cuestioné cuando la escogí entre tantas. Tras su triste pérdida y buscar el alivio del recuerdo en mi mente fotográfica descubrí en lo profundo de mí ser el inmenso significado de esa estampa, para mí la más bella foto de mi madre y del fruto de sus entrañas, su familia.

Ahora sé que aunque la edad y/o la enfermedad me borren los recuerdos, está fotografía siempre existirá en mí porqué ha quedado reproducida en mi persona, en lo que hago, siento , pienso, sufro, disfruto y transmito.

La foto está en blanco y negro porque tampoco le hacía falta más, me he dado cuenta que estaba repleta de colores imaginarios que solo se ven con el alma y el corazón. En ella está mi madre, yo con once meses, y en su vientre incipiente el fruto de una nueva vida, mi hermana. Papá hizo la fotografía porque en mis ojos se refleja, y como un regalo inesperado ya estábamos todos los que íbamos a ser en la familia.

Ella, aparece sentada como una niña desenfadada en el suelo de la terraza de nuestra casa, entre plantas con flores como la reina de todas ellas, su espalda ligera se apoya en la pared de la azotea en actitud de reposo, mientras sus delgadas piernas estiradas y cruzadas le dan un halo de paz, lleva unas lindas sandalias blancas que le hacen aún más bellos sus pies. Su mano derecha me sostiene con la dulzura de un ángel por mi bracito, ¡Dios con qué delicadeza me mantiene!…mientras yo, erguida en un ímpetu de atrevimiento hago ademán de andar; no ajena a tanto amor de mis labios se desprende una especie de carcajada, seguro que animada por papá.

Abierta la otra mano sobre su vientre, que alimenta de calor y amor al tierno corazón del cuerpo venidero, está feliz con dulzura y sin exageraciones, su suave sonrisa como de Virgen María que tanto la caracteriza le alegra su rostro, en tanto su mirada se posa como una mariposa sobre mi menuda flor.

La brillante melena negra que recorre sus descubiertos hombros le hace justicia a su juventud, y en su expresión general se adivina la inocencia, la ilusión y la vida, ¡ay mamá! lo que daría por volver a ser niña y tenerte tan llena de vida.

Quiero madre mía, dedicarte estás líneas para cuando Dios te las entregue y, que jamás olvides que por ti daría la vida, y no tan solo por dármela tú a mí, sino por todos los días, meses y años que has y sé que habrás aún de velar, sentir y sufrir por tu hija.Te amo madre mía con todo mi ser.


Estoy convencida que a todos los hombres nos unen sentimientos universales, yo quiero destacar el amor a nuestras madres.

La palabra más bella después de DIOS y AMOR para mí es MADRE.

30/4/09

MI AMADO
Todo queda vacío después de llenar,
las formas reflejan deformaciones,
un lienzo ardiente de inerte blancura
no muda las esperanzas en colores,
mi nombre inscrito en lápida fúnebre
arrastra nubarrones de vida a muerte.

Despierta el reloj su muerto tiempo
mientras mi lecho frío se deshace,
tu recuerdo martillea una sonrisa
con latidos musicales de otra vida,
tu nombre inscrito en alma fúnebre
arrastra nubarrones de muerte a vida.

Las campanas de la iglesia acunan
nanas celestiales que incomodan,
mis temblorosas manos de ciego
reclaman tu etéreo pecho callado,
veo golondrinas aturdidas y heridas
no hay primavera sin luz ni vida.

28/4/09

YO TENGO FE

Un día oí decir a una señora que iba en el autobús sentada delante mío lo siguiente: “Yo no tengo fe en nada”, rápido me vino a mi cabeza su pensamiento teñido de religioso, y yo como cristiana asocie su falta de creencia en Jesús; disimulada y para constatar como siempre me sucede que la fe es sinónimo de religión/creencia me adentré con mis oídos bien atentos en su conversación, por cierto, era casi un monólogo de la señora, porque su acompañante sólo escuchaba y asentía de vez en cuando con su pequeña cabeza. ¿ o tal vez hacía que escuchaba, vete tú a saber?...

El caso es que me encontré ante una crítica mordaz y voraz absolutamente a todo, me impactaron rápido sus mensajes negativos en contenido y forma, al principio escuche criticar a una tal Cristina que resulta era su jefa y, que la había decepcionado mucho por no avisarla que este año las vacaciones no las tendría en agosto como ella deseaba, sino en septiembre; toma ya, después de lo que ella había hecho de favores a la empresa y a su jefa, todavía recordaba las numerosas noches que la molestaba llorando porque no soportaba el dolor de su separación matrimonial, ¡menuda desagradecida, ya la espero en otra! decía.

A continuación, enlazó una llamada de su hijo con la vida de perro que éste llevaba, fue tal el grado de hartura de la señora que comentó algo así como que ojalá hubiese sido estéril y, jamás hubiese podido concebir, porque vaya fenómeno de chaval. Resumió que tenia dos cruces en casa, una el hijo y otra el padre del hijo, dos gotitas de agua, que trabajaban poquito y si me apuras nada, eran de muchos amigotes, fumaban a todas horas y bebian todas las tardes después de la siesta o el trabajo, dependiendo de la situación laboral. A mí personalmente, tal como están los tiempos que vivimos, tampoco me parecieron mucho dos cruces, pero claro está, yo no tenía vela en este entierro.

Por segundos la señora entraba en calor y yo notaba el aceleramiento de su despotricar, como cuando a un boxeador ya en el ring le despojan de su albornoz, para que inicie su precalentamiento con saltito viene y saltito va, venga campeona pensé: “destrózalo” y, entonces entró de lleno en lo que más duele, la Sagrada Familia, pero no penséis que la de Cristo, gracias a Dios en un gesto de humildad, en la de su marido.

Se calentó tanto que la lengua le echaba llamaradas, primero por respeto (ingenua yo), recordó a sus difuntos suegros y, no como la mayoría hacemos mencionando siempre lo bueno por amor, al contrario, aquí la señora sacó todos los karmas sin superar en vida de los ausentes. Desde pobretones venidos a ricos, tacaños y miserables de nacimiento, a suegro cojo y feo que resulto mujeriego a la tercera edad, con espectáculo erótico incluido en la residencia de ancianos; por ende una suegra asquerosa, revenida y mala que cogió un día y dió un sartenazo a su propia madre que casi la mata por llamarla alcahueta.
Me temí por unos instantes que si estaban los pobres por un casual en el Paraíso, de un momento a otro era probable que los mandasen de vacaciones a algún destino playero del Infierno, espero que no, a esta altura de sus viajes.

Sin sorpresa ya para mí, la siguió emprendiendo con el resto de la familia, hizo mención a una cuñada que había sido una puta en Albacete, sino como se explica el lujo de vida que llevaba sin oficio ni beneficio, luego continuó con un cuñado, que había sido tan guapo de mozo que le suscitó lujuria en sus tiempos jóvenes, pero el pobre a día de hoy era un débil depresivo por culpa de su mujer adicta al bingo y las tragaperras.

Yo ya no podía más, me había puesto tan nerviosa que me entraba ganas de decirle cuatro cosas a esa víbora mala, inhumana y retorcida, pero pensé que a lo mejor después de 40 minutos de espectadora silenciosa no era justo hacer un juicio tan desgarrador, me negué a ello, e intenté con desesperación encontrar a través de sus rasgos, gestos, mirar, etc., algún vestigio de hermosura y amor, para sosiego de mi alma, pero nada, solo veía el cogote de su cabeza y de refilón su cara , no era viable.

Resultó que pensé en los clavos de Cristo como hacía mi abuela ante la crueldad y, de forma extraña me inundó poco a poco una paciencia y compasión junto con la fe que Dios había depositado en todos nosotros… que fue entonces cuando experimenté el acercamiento a un ser humano, dolido, resentido y amargado; tuve pena y, me vino la emoción de un día que encontré en la calle a una perra abandonada, vieja, desconfiada y agresiva.

Aquél día no me cuestione nada sobre aquella perra, si tal vez había sido mala con sus dueños y estos se vieron obligados a echarla a la calle, o si al contrario, la vida le había tratado injustamente, no pensé absolutamente nada, solo sentí en mi alma el dolor de un ser vivo que sufría tanto. Esta emoción me embargó y, dio un giro de 180 grados a mi indignación por el comportamiento de la susodicha, entonces cuando llegaba a mi destino me levanté con resignación para pulsar el botón de parada y, sin pensarlo me acerqué a la señora que seguía dándole y dándole y le dije con voz baja, como cuando se hace la confidencia de un secreto lo siguiente:

Disculpe Señora que me intrometa, pero yo estoy convencida que Ud. tiene mucha fe, ¿sabe en qué? En su dolor….

Como un rayo que en un segundo cruza fulminante dos cuerpos sin rozarlos, me emocioné y se emocionó.