16/5/11


TRABAJO TALLER FUENTETAJA (09-05-2011)



Narrador Objetivo




Pasean de esquina a esquina por la acera, en un punto intermedio, el de una farola encendida, se cruzan, nunca se escucha una palabra entre ellas ni se intercambian una mirada. La rubia es joven, alta, delgada, de piel muy blanca y tiene una larga melena ondulada hasta la cintura, de tanto en tanto agita en círculos con su mano derecha un viejo bolso saco de tela negra, y luce unas musculosas piernas bajo una minifalda de cuero negro brillante, que contrasta con un top de lentejuelas desgastadas.



Camina a pasos cortos pendiente de los coches que circulan por la calle sobre unos zapatos de charol rojo de tacón de aguja muy fina, mientras sortea los agujeros de las baldosas del suelo rotas.

La otra muchacha mastica chicle y cada cinco segundos revienta pompas que salen de su boca, es morena con rasgos pronunciadamente orientales, muy delgada y de estatura baja, su cabello es largo, lacio y oscuro, va vestida con un mono completo de cuero negro muy ajustado y en su cintura lleva una riñonera de cuero gris con chapitas de coca-cola.



Se detiene un coche a su paso y la chica oriental se acerca hasta la ventanilla bajada, intercambia unas palabras y en pocos segundos el coche emprende su marcha, la rubia se detiene para observarla, al girarse y descubrirla la hace un gesto de corte de mangas.

En ese instante la rubia la dice en voz alta: Pero vaya mierda de puta maleducada.



La chica oriental se acerca con grandes pasos hasta quedar frente a ella y con los brazos en jarras la responde: Me tienes hasta los huevos y, ándate con ojo, que tal vez hoy por fin te haga desaparecer.



La rubia eleva aún más su voz y con ojos enrojecidos la contesta: ¿No me estarás amenazando por un casual? Porque si quiero con tan solo una llamada te hago quemar viva.



La otra replica: No hay huevos, pobre puta de cloaca…, además si así fuese, ya lo habrías hecho hace tiempo.



El frenazo de dos coches las llama su atención, sin tiempo alguno descienden cinco jóvenes ágiles hacía ellas, sus rostros son serios y llevan el pelo rapado al cero, dos de ellos llevan en su mano derecha un bate de beisbol.

Tres de ellos son corpulentos y de estatura bastante alta, los otros dos son comunes, uno de estos tiene en su cuello tatuado la cruz gamada y cojea de la pierna izquierda, el resto llevan en sus brazos derechos tatuajes con motivos nazis. El paso firme y corto de los jóvenes las da tregua a reaccionar y cerrar sus bocas de sorpresa para salir corriendo.

A la vuelta de la esquina son pilladas y llevadas por el cuello hasta la farola, no hay gritos ni aspavientos por resistencia de sus cuerpos.

Empujadas con fuerza contra la pared, la rubia recibe con brio sobre la boca de su estómago uno de los bates que se hunde y queda incrustado por la presión de una mano ajena; el otro bate está cruzado en el cuello de la chica oriental, solo se escucha el jadeo respiratorio de las muchachas y el maullido de un gato callejero en la acera.

Muy pegados dos de ellos se encienden unos pitillos mientras observan con rostro de satisfacción la escena, el quinto, el de la cojera con la cruz gamada tatuada al cuello se coloca entre ellas con una afilada navaja que mueve con firmeza de izquierda a derecha ante sus ojos, mientras las susurra con voz amenazante:

“Odiamos a las putas y no podemos verlas por nuestras calles, y si además son engendros de maricones como vosotros nos seduce cortarles los huevos y verlos desangrar lentamente y sin piedad, nos comprendéis”.


Las cabezas al unísono de las jóvenes se movieron de arriba abajo afirmando, mientras entrelazaron sus manos sin escucharse una palabra ni intercambiarse una mirada, en aquel punto intermedio, el de la farola encendida.