12/4/11





TRABAJO TALLER DE ESCRITURA FUENTETAJA


(11-04-2011)


Texto con narrador omnisciente.



A pesar de darse una ducha fría seguía en la cama sin poder conciliar el sueño, sabía que la situación que vivía se haría pronto insostenible, pero en el fondo sentía una necesidad y un placer que la superaba en todos los sentidos. Casi todo lo que la sucedía lo buscaba premeditadamente, y no podía ni quería en su interior evitarlo, era como una fuerza mayor.


Inquieta aparcó de un codazo su reconcome, tomó su móvil y una noche más mandó un mensaje a Borja que rezaba literalmente: “ya sabes donde encontrarme”.


El reloj de su mesilla marcaba las 01:15 de la madrugada, mañana miércoles tenía que estar a la 8:30 en punto en la oficina para una reunión con directivos franceses de una posible empresa cliente, y no eran horas para revolcones, pero necesitaba liberar tensión y él era su mejor comodín.


Borja que jamás la había dejado en la estacada la respondió en pocos segundos con otro mensaje que decía: “en media hora estoy entre tus piernas”. Así fue, acudió como una bala incluso antes de lo previsto, con su predisposición innata a hacer una buena faena, nada complicado para un veinteañero, con una estupenda complexión y unas ganas tremendas de sexo.


Llegó frente a la puerta de Camila y tocó el timbre con cierto aire alterado, tenía los cabellos revueltos, y llevaba unos vaqueros flojos con una sudadera del Che. Le abrió la puerta completamente desnuda, acostumbrado al juego de Camila sin rechistar se fue desnudando por el pasillo hasta el dormitorio, no hubo preámbulos, ni previos calentamientos para entrar en acción y, la intensa noche se desarrolló como era de esperar en dos buenos jugadores del sexo puro y duro.


La partida acabó al alba con la derrota del muchacho sobre el cuerpo de Camila, a las 07:00 de la mañana le abandonó en su cama dormido en apariencia plácidamente, apurada en tiempo se pegó una ducha rápida y se vistió a toda prisa para salir pitando a la oficina euforica y contenta.


Mientras se maquillaba en el coche aprovechando los semáforos en rojo recibió un mensaje en el móvil de su jefe, la deseaba éxito en la negociación y la citaba a las 8 de la tarde a su regreso de Bruselas en el pub de siempre. En ese momento le resultó un pesado y además no tenía tiempo de contestarle, así que decidió dejarlo para más tarde.


Al llegar a su despacho su secretaria le informó que los franceses y el resto de los convocados ya estaban en la sala de reuniones, solo faltaba ella, con una aparente desazón pidió al entrar disculpas a todos los presentes por el retraso, sabía que le resultaría fácil lograr ser eximida de su descortesía si desplegaba todos sus encantos y simpatía como ella solo conocía. En pocos instantes fue su cuerpo la única atención de la sala, Camila era una mujer muy atractiva y con una estupenda silueta, las sonrisas de aceptación por todo el personal masculino fueron unánimes y el ambiente se relajó.


La mañana acabó con un rotundo éxito en la negociación, Camila había logrado una nueva empresa cliente en su cartera, su presencia en las reuniones siempre resultaban ser un talismán y una baza que la empresa explotaba sin escrúpulos. Al margen de su aspecto tan atractivo estaba satisfecha con su labor, sabía que era una excelente profesional en el campo financiero, siempre tenía éxito en todas sus facetas y emprendimientos, pese al pecaminoso deseo que la ataba y minaba de libertad en ocasiones.


Respecto a Borja para entonces ya se había ido de casa de Camila, se despertó antes de cerrar ella la puerta al salir, quedó con tristeza una vez más al comprobar que no se despedía ni tan siquiera con una leve acaricia, este hecho era inconfesable, en especial para con sus amigos que le envidiaban por creer tener la posibilidad de tirarse a una mujer como ella cada dos por tres. Taciturno pensó una vez más, que tal vez estuviese más enamorado de ella de lo que imaginaba.


Antes de ir a almorzar con su colaborador más próximo Camila llamó a su jefe a Bruselas, le dio la buena noticia de la exitosa reunión e intercambiaron pequeñas anécdotas sobre trabajo. El jefe de Camila era el Vicepresidente de la empresa, un hombre de mediana edad, inteligente, egocéntrico e implacable negociador, todos los trucos en este campo los había aprendido Camila de él en los cinco años que llevaban trabajando juntos. La felicitó satisfecho y recordó su cita a las 8:00 en el pub, ella le explicó que habría que posponerla, el Director Financiero francés la había invitado a cenar a las 9:30 para celebrar el acuerdo empresarial.


De inmediato le resultó extraña e incómoda una cena tan privada entre ellos, pero optó por cambiar el encuentro para la tarde siguiente a la misma hora, eso sí, la sugirió con cierto tono de reproche que no quería enterarse que se había acostado muy tarde.


Al finalizar la llamada el jefe de Camila partió un lápiz entre sus dedos, se encontraba muy molesto, en su ego masculino no le apetecía lo más mínimo imaginársela con coqueteos y seducciones, estaba convencido de su relativa fidelidad, pero a veces le surgía como en esta ocasión, pequeños resquemores de alerta que le exasperaban de sobremanera y que no estaba dispuesto a consentir si algún día se convertían en certeza.


Camila por el contrario al terminar la llamada se le escapó una sonrisa de malicia, pensó que era un capullo y un ingenuo por creer que la tenía como una adquisición también en su vida personal. De nuevo comenzó a estar inquieta y a experimentar esa necesidad de liberación, se fue a buscar a su colaborador que la esperaba en su despacho para almorzar, este era un joven farmacéutico y uno de sus mejores fichajes en su equipo, aparte de muy trabajador y fiel, tenía una gran agudeza para la resolución de problemas y conflictos.


Al tomar el ascensor y llegar al sótano Camila con cautela comprobó que estaban solos, le sugirió con una enigmática mirada que tal vez podían antes pasar por el baño, Leopoldo por rutina entendió iso facto la consigna, y la siguió al baño de mujeres, allí encerrados consumó su apetencia como quien se compra un par de zapatos.


En el restaurante él no paró de mirarla embelesado mientras Camila disertaba en un nuevo proyecto, siempre quedaba atontado unas horas después de pillarle por banda, tenía muy claro que ella manejaba la batuta en esta orquesta y esta situación anómala de poder le seducía hasta la locura, era la primera vez en su vida que tenía una mujer de esta estirpe y sexualidad, aunque penase en el abismo su corazón.


Por la tarde aún en su despacho, mientras ella decidía con los pies sobre su mesa que se pondría para la cena y fantaseaba como acabaría la noche con su sensual homónimo francés, recibió un mensaje de Borja recordándola lo buena que estaba, Camila sabía de sobra que era un chiquillo con cuerpo de hombre pero sintió una especie de ternura hacía él con este tipo de mensajes.


Acto seguido este hecho la llevó a recapitular la mañana, se centró justo en el punto de conversación con su jefe, como una gran estratega intuitiva no deseaba bajo ningún concepto que su ascendente carrera profesional se viese truncada por nada y menos por dudas o celos, así que, aprovecho en ese instante que él regresaba en un vuelo a Madrid, para llamarle al móvil y contarle en el buzón de voz sin ningún tapujo lo mucho que le echaba de menos y lo que la apetecería cambiar el encuentro de mañana, por una romántica cena en su casa, incluso le sugirió varias mentiras para contar a su esposa y así poder pasar juntos más tiempo, aunque lo importante para ella iba más allá de la cena, estar juntos y su carrera.


Al atardecer camino de casa por la autopista, Camila recibió una llamada inesperada, la de su novio Bruno, emocionada sacó el coche al arcén, apagó el motor y puso la luz de emergencia, la llamaba era desde una de las bases del parque natural de Gorongosa en Mozambique, le contó que estaba muy cansado pero muy satisfecho con su proyecto de catalogación de aves, le quedaban aún dos meses de trabajo y la confesó que ya se le hacían interminables para regresar a sus brazos. Ella estaba muy feliz de escucharle, hacía siete días que no hablaban y echaba de menos oír su voz, tan cálida y serena, la conversación no duró más de quince minutos, había interferencias y siempre sucedía lo mismo, ella se bloqueaba y acababa desmoronada llorando por todo, por su ausencia, las mentiras, su desesperación, su incontrolada apetencia, por el miedo al regreso definitivo de Bruno, el proyecto de matrimonio.


Bruno admiraba de su novia dos cosas en especial, una la enorme templanza que demostraba para soportar las situaciones adversas, dos su capacidad para priorizar objetivos, sabía de sobra que eran pocas las mujeres que hubiesen consentido una larga relación sentimental en la distancia, salvo por amor y/o sus carreras profesionales. No obstante, una cierta nostalgia le embargaba hacía meses al hablar con ella, como si por momentos intuyese que la Camila que amaba se estaba desvaneciendo.

Le costó otros quince minutos serenarse y encender el motor del coche, el ruido de éste la activo como un reloj de cuerda, al llegar a casa ya tenía como por arte de magia su mente centrada en la cena y el desarrollo de la misma. Dejó el coche en la calle, porque pensó que no la merecía la pena meterlo en el garaje para tan poco tiempo de espera, al entrar por el portal el portero salió rápido a su encuentro para saludarla y llamarla el ascensor, Camila le mostró una de sus mejores sonrisas con galantería, para eso le resultaba un apuesto polaco, fuerte y servicial que el mes pasado la sacó de un apuro con un grifo de la cocina.

Mientras la sujetaba la puerta algo nervioso, la recordó que no olvidase que estaba a su disposición para cualquier cosa, ella con aparente gratitud comenzó a experimentar esa necesidad de liberación, se le acercó por sorpresa hasta rozarle con sus pechos y musitándole al oído le dijo: “Pues claro que sí, mañana a las 6 de la tarde te necesitaré un ratito”.