23/6/09

Junio Ardiente (de Lord Frederic Leighton)



Mis ojos te descubren con el brillo cautivo de una sagaz aventurera a la conquista de tu misterioso continente, me embarga una sensación de infinita impaciencia por recorrerte y conocerte. Dormida en un profundo sueño, ojalá fuese conmigo, yaces tranquila… yo me adentro sigilosa de puntillas.

Fascinada de ti , repleta y desbordada de ansía como los grandes amores, me pinto con tus vivos colores y deshielo mi invierno cuerpo, que se convierte en corrientes de puras aguas que cubren tus riveras y riachuelos filtrándome por el subsuelo de tu mente.

Acerco mis labios a tu suave mejilla y, quedo extasiada escuchando la melodía de tu húmedo aliento, que perfuma cada poro de mi piel con aromas desconocidos de los frutos de tu mágico mes de ensueño, te degusto con el sabor del pensamiento. Sigue embaucándome tu sopor…mí amado Junio Ardiente.

El anaranjado manto sedoso y vaporoso del atardecer de tu vestido adivina el contoneo de tus insinuantes formas silenciosas, que recobran vida especialmente en las fugaces noches de verano, para agasajarme del placer sin pudor recreado y con toda su grandeza culminado.

Pliegues caprichosos como montículos montañosos dibujan juguetonas formas que quiebran la aparente quietud de tu adormecer, un constante movimiento inerte resopla contra mi faz al observarte. Me muevo sobre las puntas de los dedos de tu pie apoyado bajo el cruce gracioso de tus piernas, delicada maniobra de tu ardiente cuerpo en consonancia con la serenidad de tu bello rostro.

Galopo por el sendero de tu interminable cabellera, del color térreo de las fértiles y frondosas tierras, donde cabalgan y reposan los profundos secretos de las estaciones, con sus lluvias, sus siembras y los brotes acaecidos en jugosos frutos.
Unas delicadas adelfas custodian tu onírica cabecera, seducida entre sus flores y aromas se despierta la magia de tu tiempo que al mirarte hago mío, quedo ardiente llena de tu fuego.