29/5/09

PIPI y CASQUI
Son mis gatitos, caprichosos, juguetones, comilones,
divertidos, amorosos, traviesos, tiernos y dormilones.
Unos días revolotean detrás de una mosca molesta
y, otros investigan callados las sombras siniestras,
con sus maullidos se imponen al silencio de la noche
y, trepan y se cuelgan con sus uñas afiladas de las
faldas de mi existencia, giro y giro y doy más vueltas,
bien agarraditos se sujetan,
para sentir que me muevo
con el peso angustioso de su inexistencia.
(Dedicado a mis amados gatitos ausentes)

28/5/09

CARTA AL ABUELO

Abuelo, te escribo esta carta porque ya sabes nuestro secreto, cada vez que me pase algo yo te lo cuento en un papel y el hada del correo te lo escribe en el tuyo, ya sé que soy muy pesada, bueno eso dice a veces mamá, pero hoy abuelito me ha pasado una cosa muy mala y estoy muy enfadada y triste con mis amigos. Cuando he llegado del cole no he acariciado a Lucas que ha saltado a mis piernas como siempre, porque tenía muchas ganas de ir corriendo a mi habitación a llorar. Al final he llorado un poquito por fuera, pero creo que mucho por dentro porque he ido dos veces a hacer pis.

Papá no se ha dado cuenta de nada, porque estaba tendiendo la ropa en el jardín, y menos mal que dejó la verja abierta que si no me pilla casi llorando al llegar. Yo abuelo, quiero ser fuerte como tú, porque ya tengo ocho años y soy pronto mayor, pero es que hoy mis amigos Pablo, Irene, Alejandra y Samuel se han reído de papá porque dicen que es una maruja, ya les he dicho que mis papás son muy especiales, y que mi mamá quiere ser Directora de su empresa y papá amo de la casa porque les gusta así, además que eso pasa en otros países, pero se han seguido riendo y yo me he ido corriendo.

Son malos abuelo, por que cuando fue mi cumpleaños todos dijeron que suerte tenia de tener un papá que hiciese tartas tan ricas y nos dejase tirarnos todo el tiempo por el suelo a jugar, que siempre para eso son un rollo las mamás, y a Alejandra siempre le ha dado envidia las trencitas que a veces papá me hace en el pelo al acostarme, para que por la mañana al soltarlas me quede el pelo tan bonito y, además todos los fines de semana papá nos lleva a jugar al Amazonia Park porque sus papás están siempre cansados.

Yo con papá aprendo todo, porque dice que tengo que conocer muchas cosas para saber que quiero, son como las galletas hay que probarlas todas para tener una preferida. El sábado me enseñó a pintar la casita de Lucas y lo hice sola con un poquito de ayuda de Lucas que se puso una oreja amarilla, luego con mamá arregle el sillín de la bici, y papá nos preparó una comida de Francia que mamá quería comer. Por la tarde escuchamos música y bailamos los tres en mi habitación, luego papá leyó un poema a mamá de novios, que a mí me dio mucha risa porque mamá se puso muy seria y parecía que iba a llorar, para mí que no le gustó.

Yo abuelo soy muy feliz con papá y mamá y quiero ser como los dos de mayor, bueno, una semana papá otra semana mamá, o un día uno y otro día otro, qué lío, mejor lo pensaré cuando sea más grande, y también como tú, vale abuelo.

Sabes abuelo ya no estoy triste, no me importa lo que digan mis amigos porque mis papás son los mejores del mundo, ¡qué guay! luego pintaré una estrella de colores bonitos para enviarla al cielo para que mis amigos vuelvan a ser buenos. Un besito abuelito muy fuerte que papá me está llamando para merendar tortitas calientes que ha hecho para mí, ¡qué ricas!, verdad abuelo que tengo mucha suerte, seguro que los papás de mis amigos tampoco saben hacer tortitas.

Mariela

27/5/09

ADICCIÓN

En cuanto Arturo tomó asiento descubrió con su innata sensibilidad el bello entorno de la Terraza Jardín del Hotel Ritz, le parecía increíble e inimaginable que en todo el centro de Madrid existiese una terraza aún con ese encanto de principios del siglo XX. Su arboleda era exuberante y una delicia para los muchos pajarillos que con su canto desvanecían la ruidosa Castellana al atardecer; una escalinata de mármol majestuosa daba acceso al jardín e invitaba a cualquier mujer a descenderla como una diva, mientras, las mesas engalanadas de blancura y exquisitez aguardaban su llegada llenas de ojos admiradores.

Tenía el convencimiento que el lugar le iba a fascinar a Andrea, ella siempre se había considerado de clase alta hasta la muerte de su padre, en que todo cambió. Disfrutaba frecuentando sitios caros y elegantes y, por ello le encantaba tanto venir a Madrid; en cambio para Arturo todo eso eran chorradas, él solo entendía del estatus del alma y del corazón, del que no tenía precio ni condiciones mundanas, el resto le daba igual, era humo, él soñaba con otro mundo.

Se percató que en este lugar no quedaría nada “chic” pedir una coca-cola, así que, antes de que se acercase el camarero a tomarle nota, ya había decidido pedir un cóctel sin alcohol. Mientras observaba a los clientes tan refinados, que se explayaban en conversaciones relajadas, el camarero se acercó para atenderle y con una sutil reverencia, le preguntó:

- Buenas tardes, ¿qué desea tomar, el señor?
- Por favor, sírvame un cóctel de maracuya con limón pero sin alcohol, gracias.
- Enseguida, señor.

Una vez marchó el camarero Arturo se dio cuenta que debía haber esperado a la llegada de Andrea, deseaba que no tardase mucho más, pero entendía comprensible su tardanza en una tarde de compras rápidas por Madrid. Andrea había estado toda la mañana de revisiones médicas y gestiones con él, y merecía este respiro, total que significan cuatro horas de una tarde respecto a toda una vida.

Recordó que llevaban ya nueve años casados y estaban tan enamorados como el primer día, no era difícil pensó con una mujer como Andrea, ella brillaba por ese estatus interior que él tanto idolatraba, que la hacía en el fondo diferente y especial al resto humano pese a sus muchos caprichos y a veces tonterías. Él conocía muy bien la esencia pura que no atrapa jamás la muerte, y Andrea la tenía, ella era una mujer llena de mezclas, de aparentes contradicciones, de extremos, tal vez difícil y perturbadora en ocasiones, pero dentro de este extraño caos de personalidad había una mujer con una enorme carga compasiva hacía el prójimo y, un equilibrio del alma rompedor e inexplicablemente rotundo.

Se aproximó el camarero con su copa, y Arturo tardó pocos minutos en tomársela, estaba sediento y algo cansado, le quedó un malogrado dulzor en la garganta y pensó que hubiese sido más acertado haber pedido agua, o si acaso un té con hielo, qué más da, en el fondo sabía que nada le aliviaría su ansiedad incipiente.

Con la espera comenzó a sentirse incómodo, sudoroso y aburrido, le hubiese venido muy bien en ese momento haberse traído el compendio de recomendaciones que el médico le había entregado por la mañana a Andrea, así le podía haber echado una ojeada, aunque no esperaba encontrar nada nuevo, él lo sabía mejor que todos ellos, pero ya daba igual, lo dejó a propósito olvidado en el hotel. Seguro que Andrea se enfadaría, quedó con ella que esta tarde lo leería, que afrontaría lo que sucedía, sin miedos ni penas con coherencia, le había prometido que siempre estarían juntos, pero Arturo se negaba a reconocer su trágica realidad.

En segundos una desesperación vertiginosa se apoderó como siempre de él, sus pensamientos de pérdida de Andrea le comenzaban a enloquecer de nuevo, la amaba tanto que solo Dios sabía cuánto, no concebía no verla, ni tocarla ni olerla, era una locura, deseó en esos momentos morirse, pero no podía evitar su adicción. Sin remediarlo desató rápido un vistazo de águila a la escalinata buscándola, Andrea no llegaba, necesitó tomar otra copa, que le ayudase a sostenerse, a vivir, no aguantaba más el dolor.

Descendió su mirada por la escalinata hasta encontrar al camarero, le llamó con un leve gesto de mano y en pocos segundos éste acudió a su reclamo.

- Señor, dígame Ud.
- Por favor, sírvame un vaso de wisky
- Señor, solo o con hielo
- Por favor, solo.
- Bien, señor.

Enseguida sintió una especie de alivio e imaginó que sus pensamientos perturbadores eran fruto de sus miedos, es más, volvió a creer como de costumbre que no existían los problemas, todo eran exageraciones de los médicos que solo intentaban asustarle, si lo sabría él. Poco a poco empezó a evadirse mientras veía lloroso de deseo llegar al camarero con su copa, éste depositó el vaso sobre la mesa con un gesto de preocupación al observarle, se retiró con una fingida sonrisa, Arturo tras dar las gracias se tomó su wisky de dos tragos.

En pocos segundos yacía sobre la mesa llorando desconsolado, el camarero diligentemente se acercó para ayudarle, Arturo bajo el efecto del alcohol reaccionó con agravio y le despachó.

Ante la expectación disimulada de los clientes, el jefe de los camareros dio instrucciones de dejarlo solo y tranquilo unos minutos, todos observaban incómodos como se empañaba el jardín de sus gemidos, estaba incontrolado.

Unas bolsas al caer golpearon el suelo de la escalinata, por sus peldaños se deslizaron apresurados unos pies que calzaban unas manoletinas blancas lejanas a una diva admirada. Andrea atrapó con sus delgados brazos la espalda de Arturo y le abrazó con todo su poder, le tranquilizó con susurros y acaricias, hasta conseguir que levantase la cabeza de la mesa.

Por encima de cualquier diva y con toda la admiración de los presentes, ella besó las lágrimas que discurrían por el rostro de su esposo sin decir nada, ya habían sido tantas veces que Arturo no podía hablar ni levantarse.

Andrea consiguió articular unas palabras y pidió su bolso caído en el suelo, el jefe de camareros que se mantenía discreto a una prudencial distancia se lo acercó, ella serena pero con rostro compungido extrajo su móvil e hizo una llamada:

-Doctor soy Andrea, perdone que le moleste a estas horas pero necesito que me envíe una ambulancia urgente, Arturo ha vuelto a recaer.

No tardó en llegar la ambulancia con personal médico que recogió a Arturo como un cuerpo muerto y pesado que desvariaba lleno de horrendas visiones, ella hechizada de compasión le seguía cautiva de amor.

Aquella tarde en la Terraza Jardín del Hotel Ritz se ahogó en alcohol un sueño de libertad.

25/5/09

BLANCA NIEVE

La soledad tiene muchas máscaras pero un único rostro, hay que aprender a desnudarla, te puedes incluso divertir con ello, créeme, solo tú y ella… al principio te invitará tímida a abrir una puerta extraña y secreta, pero certera; la mayoría tan pronto la abrimos la cerramos, es natural todo se muestra en una aparente oscuridad y esto provoca miedo y desconfianza, aquéllos que se atreven a cruzar su umbral palparán pronto su mano intrépida y lazarilla, y en un silencio puro e indescifrable una melodía te guiará en esta odisea maravillosa que es la conquista de un mundo inusitado y diferente, si eres tenaz te embaucará.

Me pregunto porque nos han educado a concebir la soledad con recelo y no respeto, a desconfiar de ella, a enmascararla como algo negativo y marginal, la gente no la entiende y huye de ella, lástima, es cuerpo madre de sublimes alumbramientos, compañera furtiva de todo gran genio, y código del camino escarificado en cada alma nuestra. Yo te he gritado, Micaela no temas, descúbrela y vive arropada bajo ella, vincúlate a su complicidad, pero jamás entendió.

Hoy sé que su problema fue la temida soledad, esa soledad enmascarada y, por tanto no querida ni invitada, tal vez, incluso prematura y temprana; ésta permaneció en su existencia quieta y a la espera, y sin pretenderlo se convirtió para Micaela en una voraz enemiga imaginaria, hasta el fin de su existencia; hoy jueves 12 de abril de 2001, un día cualquiera de primavera con tenue sol y un pie de página que vaticina que la tarde será pasada por tormenta, Micaela se ha ido…

Micaela huía de la soledad desde el momento de ser engendrada, ya en el manto del cuerpo de su madre la sintió incipiente tanto o más que a su propia sangre, más tarde con los años la temió y rechazo con locura hasta el maltrato más despiadado.

Todo comenzó el último año de carrera, pasamos las vacaciones de verano en la costa francesa con otras compañeras de curso, ella y su soledad conocieron a Bruno, un guapo e insinuante italiano, con el tiempo supe que él fue su desquite y la atadura para el resto de su existencia a una terrible y engañosa amiga, blanca y atrayente como la nieve al sol, ésta la sedujo con dulces susurros llenos de sensaciones inimaginables, la condujo al atrevimiento del cuerpo y del alma, al despoje espiritual, a la aniquilación de su ser para disfrazarlo con antojo en otro, Micaela se entregaba a una nueva vida… y su soledad pensó que no tenía ya cabida.

Pronto la perdimos la pista, de forma repentina pero con sutil naturalidad y vestida de metamorfosis se desvaneció, nos llegaron a unos y a otros retazos de su nueva vida, piezas de un puzzle envidiado, Micaela había traspasado el láser al éxito mundano.

Pero el tiempo destapa el lienzo que cubre con esmero el misterioso y cautivo trabajo del pintor, Micaela destapó su obra y ella me horrorizó, jamás vi un alma agonizante de sed en un cuerpo exterminado de vida, Micaela caminaba por el sendero de la muerte, de una muerte en vida; cuando la reconocí en aquel parque el alma se me estremeció, me revolví e incluso me lastimé, me sentí culpable y responsable, me acerqué, hablamos y lloramos, nosotras tres, porque la soledad nos acompañaba..

Ese día me confesó que se entregó aquél verano a la blanca nieve, como una sumisa y adepta hija de un clan satánico, pacto su vida y alma, a cambio de perderla a ella.

La blanca nieve es una tormentosa depredadora, una tela de araña que te seduce, atrapa y devora sin compasión, Micaela ya ha sido devorada y, ahora recojo sus restos con el amor y compasión con los que custodia una madre el cuerpo de un hijo perdido en combate, con inmensa tristeza de no volverla a ver.

Micaela hoy ha emprendido su vuelo desplegando fuertes alas blancas de un Ícaro puro, acurrucada en los brazos que no supo abrazar en vida, confieso que ha muerto en paz con su SOLEDAD.