18/10/11

LOS LIMONEROS

Taller Fuentetaja (17-10-11)

Trabajo sobre metáfora de situación

Al entrar al patio lo primero que he visto han sido los limoneros que llenan el jardín, aquí permanecen para mi sorpresa e inconfesable agrado después de 15 años, tan recios y bellos como los recordaba, son los únicos que se mantienen de forma inexplicable iguales desde la última vez que estuve antes de lo ocurrido, lo demás rezuma olvido, tristeza y dolor.


Pese a ello, reconozco que han conseguido curiosamente arrancarme una sonrisa de felicidad con vueltas a los recuerdos, como las que daba de niña cantando en torno a sus troncos cuando veníamos en verano con los abuelos, también me han acercado a las tardes que nos subíamos mi hermano Gabriel y yo en las viejas sillas de cenefa para intentar alcanzar con nuestras pequeñas manos los limones que la abuela Bisi reclamaba a gritos para prepararnos las limonadas con una pizquita de hierba buena, que nos saciaba del todo la sed de la calurosa dehesa extremeña. Así como las veces que ayudamos a podar sus ramas entre risas y juegos y, las curiosas e inventivas incrustaciones que hacíamos en sus troncos con la navaja a escondidas para verlas decíamos después de 200 años.


Por momentos me he emocionado más de alegría que de pena; por eso, no he querido mirar directa sino de reojo al limonero del pozo, me ha perturbado sutilmente su presencia, aunque sin culpa en este caso me ha llevado con regocijo también a las noches de esos veranos vacacionales en los que sentados o tumbados sobre el pozo tapado mirábamos mi hermano y yo la luna entre sus hojas y emulábamos los versos aprendidos de memoria durante las siestas de Rafael Alberti, García-Lorca, Machado y mi querida Alfonsina Storni con un recital de poemas a toda mecha que estropeábamos en la carrera de quien de los dos sería de mayor mejor poeta.


No quiero en el fondo deshacerme de esta casa, ni olvidarme de esa parte de mi vida, pero ya no queda nadie, todos se han ido aunque en verdad desde aquello todos nos fuimos, ahora está el futuro, mi hija Clara, pero me da miedo desempolvar los ruinosos sentimientos que me trae este lugar, aquellos que marcaron el final de este maravilloso punto.

 
Son los limoneros los únicos testigos que albergan junto con la ruinosa casa los secretos y vivencias de cinco generaciones sin no me falla la cuenta, siento que somos demasiada gente e historias para sus ramas, pero sin quererlo tal vez sean inmutables al tiempo y la tragedia pasada.

Aún así, no sé bien que haré, hoy una vez aquí en el reencuentro, no sé si podré olvidarme de todo esto y quedarme y aliviarme de la maldita estampa que se grabó como un estigma aquella tarde en mi alma, y ser capaz alguna vez de recobrar el aliento bajo el limonero del pozo y exculparle de dejar soltarse a mi hermano de sus ramas para caer al vacío y un golpe seco arrancarle su última sonrisa pintada de sangre, y sentarme un día con mi hija bajo su sombra mientras le desentierro mis recuerdos bellos como cuentos.

De nuevo con agrado los observo y siento que tal vez vaya siendo hora de tomar ejemplo de ellos y pese a la desdicha y la adversidad ser inmutable como parecen al tiempo y la tragedia, y seguir adelante con el esplendor que da la vida sin culpa ni culpables.