13/1/12



DIVERSIDAD CULTURAL Y TOLERANCIA CONCEPTUAL

La diversidad cultural entraña un sinfín de aspectos a tener en cuenta, desde lo más íntimo como por ejemplo las creencias religiosas hasta lo más superfluo en apariencia, como puede ser la costumbre en la forma de saludarse las gentes dependiendo de su cultura.


Desde mi punto de vista esta diversidad es indiscutiblemente un interminable filón de oro para el enriquecimiento del ser humano en todos sus aspectos. No hay que olvidar que la cultura es el camino creado por grupos humanos para su expansión y desarrollo y, que bajo sus circunstancias en base geográficas y atmosféricas han manifestado su potencial de adaptación, desarrollo y creatividad en pro de su evolución y permanencia.


Partiendo de esta base, en la que todos o casi todos estamos anhelantes por conocer otros países, lugares, gentes y costumbres y todo su bagaje cultural presente y pasado, yo me pregunto cómo pequeños gestos o gestas nos pueden crear conflicto dependiendo del lugar donde se desarrollen.

Para que nos entendamos, voy a narrar una anécdota que me contó una persona que este verano estuvo en un ashram en la India, allí convivió con personas de muchas nacionalidades, europeos, asiáticos, hindúes y americanos, me narró con curiosidad como en una clase observó como un compañero francés se sacó un pañuelo y después de sonarse su nariz lo guardó cuidadosamente de nuevo en su bolsillo, algo muy común y normal en muchos lugares del mundo, pero en cambio todos los hindúes que se percataron quedaron estupefactos ante este compartimiento considerado sucio, lo mismo justamente que para los occidentales cuando uno de los hindúes se levantó y sacó su cabeza por una especie de ventana y se sonó la nariz con los dedos.



Para muchos lo higiénico y correcto para limpiar su nariz es el pañuelo de papel y guardarlo y, en cambio para otros es desprenderse de la mucosidad de la forma más natural y no llevar los restos de gérmenes a cuestas, algo también parecido como la costumbre en muchas culturas de escupir en el suelo, hecho que en otras es inconcebible e incluso tachable.


Esta pequeña anécdota que acabo de narrar puede ser aplicada a infinidad de costumbres (basadas culturalmente) que hace que un lugar del mundo sea más sorprendente o apetecible que otro, todo dependiendo de dónde venimos y a dónde vayamos. Es obvio que para un indígena del Amazonas un europeo en su ciudad le debe parecer de lo más apasionante simplemente por el factor diferencial de ser distinto y novedoso, partiendo desde el lugar donde habita hasta su aspecto, cultura y costumbres, y por ende para un occidental lo mismo.




Pero mi cuestión más profunda es hasta qué punto cada ser humano es capaz de tolerar y aceptar el abismo cultural que a veces nos separa unos de otros, yo abogo que es muy difícil siempre y cuando no se desarrolle en digamos metafóricamente una tierra fértil, esto ha sido ejemplo a lo largo de nuestra historia de afortunamente numerosas convivencias e incluso fusiones de diferentes culturas, pero en cambio en muchos otros casos un verdadero desastre.


Por otra parte, defiendo que si estamos fuera de juego o de nuestro lugar, tenemos la obligación moral de adaptarnos con toda nuestra capacidad de adaptabilidad a ese entorno cultural y humano que nos acoge como muestra de respeto y tolerancia con él, no por ello, sin mostrar, ofrecer y salvaguardar el propio en la medida que nos sea posible y aceptado.