27/4/09


En la inmensa oscuridad de la noche cabe el todo y la nada, depende de la especie, unos ven, otros oyen, aquéllos huelen, ¿y tú y nosotros qué? Yo pienso que seguro que nada.

Admiro a todo aquél ser viviente que utilice sus sentidos y, no digo tenga desarrollados, por qué en el uso está el desarrollo de las cosas, da lo mismo que se posea un sentido que dos que cuatro, el caso que se usen, se trabajen, claro está, que en esta reflexión no cabe el sentido común, que tanto extraño a veces porque todos te imploran que tengas y, es tan propio en unos y tan ajeno a mí como que en el fondo y más recóndito de mi ser, no lo reconozco y rechazo.

El sentido común, es el único sentido premeditado y engendrado, nacido a merced de unos cuantos estereotipos, en un hábitat determinado, que germina y con el tiempo sucumbe como está de prueba en sociedades económicamente desarrolladas sinónimas de consumistas, en la que yo para el caso sobrevivo.

Como le explico yo a un indígena, en su inmensa vida y sin probablemente planteamientos existenciales (porque él no existe sino que vive plenamente), que no veo mucho sentido común en sus actuaciones; como le cuento yo a unos ancianos de un paraje recóndito, que al otro lado de la montaña hay comodidades y servicios que les pueden alargar la vida; como convenzo a un hombre altruista, que todo tiene un límite y, que no puede desechar toda su fortuna en alimentar animales salvajes y, como no desbarato el sentido común no concebido en grandes pintores, escritores, pensadores, etc. que son prueba fehaciente de la pugna por su talento en momentos inhóspitos.

Los sentidos que poseemos que nos da la vida es una cadena interminable, diría que infinita, todo está interrelacionado con ellos, por ellos nos llegamos a nosotros, a otros y a la vida, nos revolvemos, nos sacudimos y resolvemos, son el motor del placer y de la pleitesía y, por el contrario del desagrado, sin ellos nuestro pensamiento se limitaría, quedaría en preñez, porque él se viste por los pies con colores, formas, olores, texturas, sabores y música.

Por eso me pregunto: quién ve todo en la inmensa oscuridad y nada en la más clara luz, quién escucha en el profundo silencio y no oye en el sonido, quién olfatea jardines de rosas en el vacío y no huele el más sublime perfume, quién siente dulce mano recubierta de áspera piel y engancha sedas entre sus dedos, quién degusta besos en cada labios y rechaza el sabor a miel.

Me pongo por testigo y si quieres a ti y, a vosotros también, no diremos que nunca hicimos noches de lunas, tuvimos sed con ríos, mendigamos con pan en la boca, ultrajamos con corazón en mano, suplicamos resguardo con cobijo.

Entonces yo me pregunto: ¿en aquél entonces, dónde estaba el ponderado sentido común del que tantos alardean?...

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