12/7/13

Meditación 10 de julio de 2013

Me encuentro en mi vida pasada en Irlanda, soy niña y estoy en el bosque, es atardecer pero la luna ilumina de forma sutil el lugar, estoy tumbada boca abajo en la orilla de un riachuelo donde suelo jugar y soñar con mi amigo, observo mi rostro reflejado en el agua, así  solemos hablarnos a través del agua utilizando nuestros rostros reflejados, como si fuera un inmenso espejo.
Le echo de menos, esperando encontrarlo como siempre tumbado a mi lado y me extraño… entonces me llega un pensamiento como de preocupación, en ese instante recibo una voz telepática que me llama y está detrás de mí, veo a una especie de mujer que es muy alta y va vestida como con una túnica blanca, su pelo es rubio muy claro y largo a la altura de su pecho.
Me dice que no me preocupe y que viene a recogerme, yo sin darme cuenta instintivamente me levanto y me dejo coger en sus brazos, entonces me siento aún más niña, más pequeña.  Me agarro a sus cabellos que reconozco de repente como algo muy mío, íntimo. Siento mucha paz y seguridad, y mientras camina conmigo en brazos por el sendero, siento que la noche nos inunda iluminadas por la luna, por un instante me llega la sensación como que alguien me espera (padres) y es muy tarde y debo volver a casa. Ella llega a mis pensamientos y me responde que tenemos que irnos de nuevo, entonces la acarició la barbilla con mi pequeña mano y quedo en paz, me entrego.
En ese momento me desciende al suelo y veo al final del sendero una luz inmensa blanca y cálida, me toma de mi mano izquierda y voy como hipnotizada hacía ella, vamos despacio como elevadas por el suelo, no hay prisa pero es inevitable alcanzarla.
Al alcanzarla, siento un destello maravilloso como estar en tu sitio perfecto y entonces aparecemos en el andén de una estación, allí hay una locomotora antigua con unos vagones (coches) que no tienen cristales, siento el ruido de niños dentro, ella está vestida como una señora de los años 40, recatada, y serena, yo sigo siendo la misma niña, ella me entrega una maleta pequeña como de cartón para entregarme.
Es un sitio elevado de montaña, como una estación en mitad de un monte/bosque perdido, no hay nadie más en el andén.
Me pide que suba, yo voy tranquila, segura, y me despido… no recuerdo besos ni abrazos, es todo como sabido, vivido, repetido, necesario.
Al subir me coloco en el primer compartimento (todo es diáfano), son de cuatro, dos y dos de frente, hay solo un niño chino frente a mí, que tiene una maleta igual que la mía, no me fijo en los demás aún, porque estoy deseando asomarme por la ventana para sentir el viento y el ruido de la locomotora que empieza a marchar.
Al rato de iniciar la marcha serpenteamos por una montaña, en cambio observo paisajes dispares y que contrastan entre ellos como secuencias continuas  en un film, pasamos por una pradera inmensa, luego por un valle cubierto de nieve, por un desierto, así sucesivamente, como un viajar por la tierra en cuestión de nada.
De pronto observo personas al borde de la vía que me saludan, yo rio de felicidad, unos solo sonríen y otros saludan amablemente con las manos o gestos, yo me mondo de risa con la inocencia de mi ser.
Un niño llama mi atención y me pregunta que llevo en mi maleta, yo le digo que no lo sé, entonces me pide que la abra…en ese momento que la abro es como si el Universo me absorbiese, como cuando se abre la compuerta de un avión en pleno vuelo, el sonríe y yo la cierro de sopetón, el entonces abre la suya, curiosamente igual también que la mía y la del niño chino que nos observa, todos los niños llevamos el mismo tipo de maletita,  entonces de la suya sale el abismo del Universo también, la cierra en un zis-zas y nos empezamos a reír, y me dice  convencido que él y yo vamos al mismo sitio, entonces yo pregunto que a donde vamos, y el niño chino responde que nadie de nosotros sabemos cuál es nuestro destino. Yo le pregunto al niño chino como ha llegado al tren y él me contesta que le ha traído un señor. Le pido que abra su maleta y al abrirla salen suspendidos artilugios de magia, (cartas, chistera, pañuelos de colores, etc,) aquello me resulta maravilloso y entonces pido a los otros niños que abran las suyas maletas, todos llevamos maletas iguales, salvo que al abrirlas surgen cosas tan maravillosas y diferentes, como mariposas bellísimas, de otra notas de música, gorriones, globos, flores, etc. aquello se inunda de amor y perfección, un viaje del alma entiendo ahora al escribirlo.
Me asomó de nuevo por las ventanas al ver revolotear a las mariposas fuera de ellas y observo a mucha gente saludando al tren, de pronto reconozco a gente mía, desde mi niñez hasta ahora, incluso a personas que quedamos mal. Todos saludan con alegría siento que me despiden, no hay apego por mi parte alguno, no hay emoción de tristeza, ni pena, solo plenitud, como de compañeros de otro viaje, mi sentimiento es único para todos, todos representan lo mismo en ese escenario no hay un amor de preferencias.
Veo que el resto de los niños están alborotados saludando sin parar, cada cual a los suyos y a la vez a todos sin exclusión. Por instinto nos levantamos de nuestros sitios y salimos al pasillo de los coches, me uno a la fila, que recorre unos tres coches, me toca salir al final del vagón allí me despido del camino recorrido, las personas que nos despiden y saludan quedan atrás, el paisaje es muy verde, veo una paloma blanca que nos acompaña, siento que es el Espíritu Santo.
Al volver los coches están repletos de cosas de nuestras maletas, los niños estamos felices no hay nada que esperar todo es dado.

Siento el flujo de energía que desciende y salto a otro plano, llevo una camiseta blanca y en mis brazos acuno a un niño de raza negra, luego me veo en un corro de niños en un campo al fondo hay una pequeña cabaña, jugamos a algo parecido al corro de la patata,  yo estoy embarazada. Siento entonces como si llevase más de un hijo dentro (aquí ya estoy con cierta conciencia).


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