4/5/09

A MI MADRE
Guardaré siempre en el alma aquella foto que un día me fue robada, la llevaba en mi cartera por ser en un principio la que más gustaba, nada más me cuestioné cuando la escogí entre tantas. Tras su triste pérdida y buscar el alivio del recuerdo en mi mente fotográfica descubrí en lo profundo de mí ser el inmenso significado de esa estampa, para mí la más bella foto de mi madre y del fruto de sus entrañas, su familia.

Ahora sé que aunque la edad y/o la enfermedad me borren los recuerdos, está fotografía siempre existirá en mí porqué ha quedado reproducida en mi persona, en lo que hago, siento , pienso, sufro, disfruto y transmito.

La foto está en blanco y negro porque tampoco le hacía falta más, me he dado cuenta que estaba repleta de colores imaginarios que solo se ven con el alma y el corazón. En ella está mi madre, yo con once meses, y en su vientre incipiente el fruto de una nueva vida, mi hermana. Papá hizo la fotografía porque en mis ojos se refleja, y como un regalo inesperado ya estábamos todos los que íbamos a ser en la familia.

Ella, aparece sentada como una niña desenfadada en el suelo de la terraza de nuestra casa, entre plantas con flores como la reina de todas ellas, su espalda ligera se apoya en la pared de la azotea en actitud de reposo, mientras sus delgadas piernas estiradas y cruzadas le dan un halo de paz, lleva unas lindas sandalias blancas que le hacen aún más bellos sus pies. Su mano derecha me sostiene con la dulzura de un ángel por mi bracito, ¡Dios con qué delicadeza me mantiene!…mientras yo, erguida en un ímpetu de atrevimiento hago ademán de andar; no ajena a tanto amor de mis labios se desprende una especie de carcajada, seguro que animada por papá.

Abierta la otra mano sobre su vientre, que alimenta de calor y amor al tierno corazón del cuerpo venidero, está feliz con dulzura y sin exageraciones, su suave sonrisa como de Virgen María que tanto la caracteriza le alegra su rostro, en tanto su mirada se posa como una mariposa sobre mi menuda flor.

La brillante melena negra que recorre sus descubiertos hombros le hace justicia a su juventud, y en su expresión general se adivina la inocencia, la ilusión y la vida, ¡ay mamá! lo que daría por volver a ser niña y tenerte tan llena de vida.

Quiero madre mía, dedicarte estás líneas para cuando Dios te las entregue y, que jamás olvides que por ti daría la vida, y no tan solo por dármela tú a mí, sino por todos los días, meses y años que has y sé que habrás aún de velar, sentir y sufrir por tu hija.Te amo madre mía con todo mi ser.


Estoy convencida que a todos los hombres nos unen sentimientos universales, yo quiero destacar el amor a nuestras madres.

La palabra más bella después de DIOS y AMOR para mí es MADRE.

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